El amor como problema filosófico

Todas las personas, en algún momento de la vida, se preguntan acerca del amor.

No solamente como aquel sentimiento vinculado a los afectos -familia, amistades-, sino también en relación con la fuerza energética del eros.

En otras palabras, el amor erótico (sexual, de pareja, de proyección íntima e intrínseca con la otredad) es aquel que atraviesa cada biografía al punto tal de dar identidad porque comporta manifestaciones písquicas y físicas llamadas a transformar al ser individual.

Culturalmente, se simboliza con un corazónacaso ícono ineludible de la vida y lo vital-, una idea ampliamente difundida en los tiempos de las civilizaciones antiguas, cuando recién se comenzaba a explorar más estrictamente al cuerpo. A tal efecto, los latidos y la sangre dan un halo poético a las emociones; pero en verdad, si la intención es ir a fondo con las significaciones, más preciso sería pensar en la imagen del cerebro, órgano central de los sentires, pensamientos, decisiones. 

Pero, ¿por qué nos enamoramos? ¿Qué es lo que hace depositar una energía propia en algo ajeno, perder toda independencia al convertirse en súbdito de la voluntad de un Otro?

Podría pensarse que el amor es una construcción social que se encuentra domesticada en la idea hegemónica de monogamia. Parece que no es natural que una elección sea hacia una única persona y dure para toda la vida, sino que es producto de un proceso de convención entre las partes que legitima la sociedad.

Todas las especies tienen el costado animal y espontáneo del apareamiento, pero en ese acto no hay un sentimiento de elección y entrega al otro; sencillamente, pasa por satisfacer una necesidad fisiológica cuya una de sus consecuencias es la reproducción. En el caso de la especie humana acontece el plus del sentimiento unido a la razón, de la realización y la trascendencia, del eros como fuerza energética que viene a quitarle el carácter absurdo que para muchos es este camino de la vida.

El amor es inevitable porque en él suceden procesos de identificación. Cuando te gusta alguien o te sentís atraído por una presencia de la que ya no podés prescindir, preguntáte qué tiene que ver con vos. Esa respuesta puede llevar toda la vida y hasta quizás ser una búsqueda que nunca logre concretarse.

Hay en el amor una suma de contradicciones que complejizan aún más la experiencia humana: es libertad y sometimiento, entrega y egoísmo, superación y conflicto, duda y certeza, instante y eternidad, fuego y sombra al mismo tiempo.

La infidelidad, el desamor, la adrenalina de lo permitido y lo prohibido, son secuencias que caracterizan un estado de situación en que se conjugan frustraciones, pérdida del deseo, vacíos y patologías que son muy propias de la vida humana. Reconocerlas puede ser tan doloroso como traumático, aunque sí un paso indispensable para anular la tendencia fugitiva y empezar una necesaria etapa de sanación; ignorarlas, el peligro de vivir con ansiedades en la persecución de un autoengaño conducente a nuevos conflictos que impedirán conquistar un equilibrio emocional capaz de alejar la fuerza energética del tánatos.

Se puede analizar la complejidad del amor desde diversas disciplinas: la economía (como una organización preparada para la multiplicación exponencial del consumo), la biología (como el encuentro de cuerpos con funciones y necesidades), la psicología (como la manifestación inconciente de deseos que buscan realizarse), la filosofía (como la búsqueda por el sentido de una complejidad), la religión (como el lazo llamado a concluir una misión), entre otras.

Aun así, con todo lo que pueda llegar a pensarse, decirse, hacerse, hay una realidad incuestionable: para bien o para mal, el amor es esa fuerza que ayuda a encontrar motivos para seguir en este mundo; y aunque sea con ceguera, también se erige como pista para detectar figura y fondo: en aquello que proyecto hay algo mío que se delimita.

Foto: La Tecno

La tecno

 

 

 

 

 

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