Malvinas, 35 años

La guerra siempre duele.

Deja heridas, derrotados, secuelas imborrables que impactan no solamente en los protagonistas cuerpo a cuerpo, sino en la conciencia colectiva de poblaciones que nunca vuelven a ser las mismas a partir de un hecho trágico, repudiable y traumático.

A 35 años del comienzo de la herida de Malvinas, un conflicto armado -tan absurdo como repudiable- que se llevó la vida de 649 argentinos (123 de los cuales habitan en tumbas sin nombre), es necesario que la causa común disponga de mayores fundamentos capaces de valorar la gesta en su justa dimensión.

No se trata de incurrir en el lugar común como único acercamiento al hecho: los soldados que se fueron y murieron, que lucharon y volvieron, que siguen y alzan otra de las tantas banderas del Nunca Más, merecen formar parte de un acontecimiento contextualizado en dimensiones no del todo difundidas.

Está claro que el veterano de guerra es bien considerado héroe: pelear por la patria a los 20 años de edad en condiciones sumamente adversas hacen que el apelativo sea acorde a lo sucedido; más si se tiene en cuenta que muchos de quienes han regresado han atravesado situaciones de abandono y suicidio, exclusión y desesperación, tristeza infinita que en ocasiones resultó irreversible.

Por eso no alcanza con que el común de la gente se quede solamente con la valentía de los soldados, sino que el análisis debe extenderse a otras realidades: la guerra fue el último improperio de una Dictadura Cívico Militar que en su afán por conservar el poder se escondió detrás de cuerpos que seguramente caerían derrotados; los cadáveres y las mentiras de su propio relato en 7 años de violencia y torturas no resultaron legitimadores de su terrorismo.

Otro tema es el robo y la usupración; y aquí no es nada nuevo afirmar que América Latina es víctima del imperialismo: Inglaterra y su tradición mandan en un escenario que los tiene acostumbrados a la toma de posiciones, la lucha, la sangre, la victoria. Si pelearon por las Islas fue por la riqueza natural y económica de ellas, no solamente por el orgullo de darle curso a la épica vencedora.

Los países de la Región deben ser solidarios entre sí, porque en la unión continental está la fuerza que permite enfrentar a la dominación. De nada sirve el apoyo de Perú si Chile es un vecino que juega a la traición (y con ello, que quede bien en claro que se habla de ambos países en sus políticas del momento, no haciendo referencia a habitantes de esos lugares ni pensando en hacer una declaración con fines xenofóbicos).

El reclamo por la Soberanía de Malvinas debe ser al unísono, pero en el protocolo los grandes tratados no parecen alejarse de la letra grande, imponiendo sus condiciones al punto extremo de llegar a lo que se dice por allí: que el producto mejor logrado del capitalismo es el pobre de derecha.

Pensemos en el mientras tanto que será plataforma del después.

Hoy los veteranos andan por los 55 años de edad.

Y sus hijos son de una generación que oscilan entre la adolescencia y adultez.

Son ellos los que saben mejor como nadie todo lo que han vivido sus antepasados.

Porque el problema no es ahora, que estamos todos.

Será, tal vez, en adelante.

Cuando el tiempo pase y haya políticas neoliberales que pretendan olvidar.

Pero atención, que no habría motivos para la desesperanza.

En este país tan controversial, la conquista social de la memoria en Argentina es un logro con sabor a eternidad.

Foto: http://www.losprimeros.tv

Malvinas

 

 

 


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