Braian es del barrio humilde Cuartel Quinto, ubicado en la localidad de Moreno. Tiene 22 años, una hija de un año y medio, y como muchos jóvenes de su generación está sin trabajo.
El domingo 27 de octubre cumplió con su responsabilidad ciudadana al ser presidente de mesa en las Elecciones.
Mientras realizaba su tarea, alguien -sin su consentimiento- le tomó una fotografía. La imagen se viralizó rápidamente, volviéndose tendencia por ir acompañada de mensajes tan estigmatizantes como discriminatorios.
A Braian Gallo -morocho, gorra con visera, camperón de color claro- se le empezó a ejercer violencia simbólica desde la burla. El estereotipo lo etiquetó como pibe chorro, ignorante y delincuente.
Una bajeza moral capaz de dañar a cualquier persona.
Esas actitudes miserables provienen de sectores insensibles ante la compleja realidad social.
Son los mismos grupos que desde el pseudo anonimato de las redes sociales se creen con derecho a decir lo que les plazca, sin medir siquiera el impacto en los demás.
La misma gente que se queja y apela a la ironía creyéndose inteligente y divertida; pero que asiste a la cobardía de juzgar al resto sin examinarse propiamente.
Los mismos individuos que viven acomplejados por situaciones que no aceptan, asimilan ni superan; y que buscan empoderarse mostrando su resentimiento y frustración en la bronca que se vuelve ataque hacia la otredad.
Las mismas personas que esquivan a indigentes en situación de calle pero le dan rating a series de televisión como aquellas que tratan sobre la marginalidad.
Los mismos ciudadanos que se empeñan en construir un enemigo sólo para denostarlo.
A todo ese universo siempre habrá un Braian que se oponga.
Un pibe como muchos.
Con una familia que salió a defenderlo y cuyas repercusiones llegan a medios como Revista Sudestada.
El mensaje es simple y contundente: la humillación habla más de quienes la ejercen que de aquellas víctimas de padecerla.
Adriano LH 