El legado de Mandela

Son muchos y variados los ejemplos de utilización política del deporte. Como casos emblemáticos, pueden señalarse los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, México 1968 y Munich 1972; y la Copa Mundial de Fútbol de Argentina 1978.

En todos esas ocasiones, el denominador común fue la propaganda de los sectores poderosos para ocultar y correr de eje episodios de violencia, abuso, muertes, corrupción y revueltas populares.

Sin embargo, una excepción a estas nefastas consecuencias tiene a Nelson Mandela (1918-2013), político y activista oriundo de Sudáfrica 🇿🇦, como principal protagonista.

De ascendencia negra y condenado durante casi tres décadas a la prisión por visibilizar y encabezar las protestas en contra de ese régimen de segregación racial conocido como Apartheid, recuperó la libertad en 1990 a partir de un ciclo político que interpeló a su país, en el que las disputas entre población blanca y negra ocasionó un clima insostenible para una nación con antecedentes de colonización inglesa, alemana y holandesa. En ese contexto, ¿qué lugar tendrían las personas negras, creciendo exponencialmente como etnia gracias a mejoras en sistemas de salud?

Madiba (tal como era conocido por sus compatriotas) lo pensó muy bien: la organización del Mundial de Rugby en 1995 tendría la oportunidad de unir al país. En una política de Estado (social y deportiva) que promovía y exigía la inclusión e integración de jugadores negros en el combinado nacional, los Springboks se convirtieron en potencia ganando los Mundiales de Sudáfrica 1995 (con un solo jugador negro entre sus filas), Francia 2007 (dos jugadores) y Japón 2019 (ocho jugadores negros y tres suplentes en la lista oficial de 31).

La particularidad de la última gesta lograda en el Mundial de Rugby que se jugó entre septiembre y noviembre de este año, es que -además de vencer a una potencia primermundista como Inglaterra, que durante siglos extendió sus dominios hacia el contintente afriano- el capitán del equipo fue Siya Kolisi, primero de raza negra que recibió tal distinción.

En un deporte que hace culto a los valores morales (respeto por el oponente, lealtad y espíritu de grupo, criterios de justicia y compromiso), el rugby se presenta como un espacio de encuentro y hermandad entre dos razas, favorece la comunión del país, a la vez de crear conciencia y memoria colectivas.

El libro «El factor humano» -del inglés John Carlin– y la película «Invictus» -dirigida por el norteamericano Clint Eastwood– retratan la épica de un juego que permitió reconciliar a toda una población, poniendo de manifiesto que el deporte también hace a la identidad de los pueblos.

Aunque en muchos países como en Argentina sea un juego vinculado a los sectores medios y altos de la sociedad, el rugby ha permitido vincular historia y presente de países que se debaten entre transformar la influencia de la población blanca proveniente de la Europa imperialista y darle participación a sus habitantes originarios (como las selecciones de Sudáfrica y Nueva Zelanda).

Sea cuales sean, las consecuencias deberían dar una oportunidad para generar igualdad de derechos.

En ese sentido, sí: bienvenidas sean todas aquellas intervenciones que hagan del deporte una acción política.

 

 

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