(Relato de una vivencia escolar con motivo de una salida educativa).
ESPACIO MEMORIA.
Lo dice la historia. Lo dicen las huellas. Lo dicen los libros. Lo dicen las voces. Lo dicen los hechos. Pero ninguna dimensión podría ser tan aproximada como ir al lugar del horror. Más aún: nunca nadie logrará comprender lo que fue vivir la atrocidad, excepto quienes pasaron por ella.
COMPRENDER MALVINAS.
El Museo de la ESMA recrea la Cuestión Malvinas con un espectacular audiovisual en 3D que recupera indispensable e inédito material de archivo. La fauna. Las riquezas naturales. El conflicto político. La lucha por la soberanía. Concientizar es la consigna.
MALVINIZAR.
El debate es político (la soberanía como punto de partida), social (una herida que atraviesa al país), cultural (¿por qué la Cuestión Malvinas todavía no tiene el impacto masivo que merece en nuestra sociedad?), económico (las riquezas naturales son, en gran parte, eje de disputa), científico (los estudios de ciencias sociales y naturales, por caso, permitirían el desarrollo de Argentina y las demás naciones vecinas de la Región). También, hay todo un edificio destinado a explicar el origen de un conflicto cuyo punto máximo de violencia fue la guerra de 1982, pero que hoy continúa por otros medios. Aprender historia es comprender el presente.
TOMAR CONCIENCIA.
La perdurabilidad del horror se expresa en huellas que hacen a la memoria colectiva. En plena Avenida del Libertador -zona concurrida si las hay en la ciudad de Buenos Aires- se ubicaba la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), centro clandestino de detención, tortura y desaparición de personas. Operó con total impunidad durante los años de la última Dictadura Cívico Militar. Fue la más brutal expresión de un conjunto de atrocidades con marcas de odio y perversidad. Los jefes militares crearon dispositivos de persecución y muertes. Decían que buscaban reestablecer un orden perdido. Apelaban a la denominada teoría de los dos demonios. Sabían lo que hacían. Y por reprimir no hay perdón: los crímenes de lesa humanidad jamás prescriben.
VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS.
La ESMA presenta rasgos bien característicos y por demás reconocibles, como la oscuridad, el ambiente lúgubre, la disposición arquitectónica para llevar a cabo un plan sistemático de exterminio y explotación. La configuración geográfica resulta la expresión de un accionar fríamente calculado hasta en los detalles: las escaleras disimuladas ante la visita de la CIDH en 1979; los espacios comunes; la coerción que sostenía a los detenidos acostados en el piso, debiendo pedir permiso (no siempre concedido) para ponerse de pie o ir al baño a orinar o ducharse. Así la pasaron aquellas personas perseguidas hasta su reclusión con maltratos y alevosías. Por estos y otros motivos, va de suyo que defender a los represores implica ser cómplices de tales atrocidades.
ANTES DE MORIR.
Los secuestraban. Permanecían allí cautivos: durante días, semanas, meses, años. Estaban a la espera de un «traslado», que en la jerga -finalmente- hacía referencia a los llamados «vuelos de la muerte». Sin salida, había que resistir. Algunos eran utilizados por los guardias para tareas funcionales al gobierno; como por ejemplo, redactar informes con fines propagandísticos. Otros estaban entregados a su suerte. Y había quienes burlaban la vigilancia para sacar fotografías en secreto luego de las torturas. Ese material fue clave para condenar -ya en democracia- a los militares.
CAUSA COMÚN.
La visita guiada a la Ex ESMA terminó con un encuentro en una galería. Allí se juntaron escuelas que habían hecho el recorrido junto a profesionales que explicaron -con criterio y compromiso- los sucesos que convirtieron al lugar en una ineludible referencia para los Sitios de Memoria. La ESMA es, quizás, el símbolo cuyas huellas reflejan como pocas lo que implicó el terrorismo de Estado de la última Dictadura Cívico Militar. En una puesta escenográfica pertinente para la ocasión, se proyectaron -a modo de síntesis- el desenlace de los Juicios a las Juntas Militares, con consecuencias que hacen eco desde hace tres décadas y media. Conmovedor, contundente y muy didáctico, el mensaje se extendió a partir de persianas que se levantaron para acabar con la oscuridad y dar así lugar a la luz capaz de resplandecer en el interior de cada uno. La despedida fue con un cerrado y espontáneo aplauso de todos los presentes -jóvenes y adultos-, que desde el respeto y el silencio acompañamos los sucesos para internalizarlos primero y compartirlos luego.