Algo anda muy mal si las fuerzas oficiales de seguridad (encargadas del cuidado de la ciudadanía) reprimen a docentes (encargados de educar a la población).
Sucedió esta tarde, una vez mas.
Podrían discutirse las medidas asumidas al momento de reclamar, aunque ni siquiera eso: ningún profesional de la educación -ni nadie en particular- merece este maltrato por parte de sus gobernantes, que incurren en un doble episodio de violencia. Además de explotar a sus trabajadores, los castigan con severidad.
Desde el retorno de la democracia no se recuerda un ambiente tan hostil y tenso en la provincia de Chubut.
La clase dirigente, que tan valiente parece ser para amedrentar a un desesperado grupo de empleados, no tiene el mismo proceder ante las pesqueras, los casinos, los terratenientes extranjeros y los grupos empresarios, a quienes le rinden pleitesía mientras millones de ganancias son arrebatadas del lugar.
A su vez, miles de niños y adolescentes también tienen sus derechos vulnerados al perder meses de encuentros escolares, debiendo pasar de año por un decreto de esos políticos que son cómplices del descalabro.
Ningún docente es culpable de esto que sucede; al mismo tiempo que lucha también está enseñando.
Dos mujeres han fallecido en el último mes de septiembre en un accidente como consecuencia de participar en las protestas.
Además de diálogo se necesita de solidaridad.
Golpear y detener maestros es un despropósito por parte de un Estado que ante la falta de argumentos por políticas que han fracasado, se ve decidido a ejercer abusos contra una parte de la sociedad que se niega a permanecer de rodillas.