8-M

El Día Internacional de la Mujer dejó de ser una fecha anecdótica en el calendario, que quedaba reducida a una mera mención alejada del real motivo que impulsó la causa: la lucha de trabajadoras textiles en Estados Unidos luchando por mejoras salariales y condiciones dignas de trabajo.

Un primer paso se daba; y siglo después, amplias repercusiones a nivel mundial, regional y local, tienen lugar como un cuerpo colectivo que sigue reclamando por un mundo más justo e igualitario, en que las condiciones de género no reproduzcan ningún tipo de desigualdades que aún hoy siguen sucediendo.

Desde hace rato, el 8-M pone de manifiesto que algo está cambiando.

La agenda de los derechos humanos -cada vez más difundida y atenta a problemáticas pendientes- también involucra otras causas postergadas.

Estamos hablando de la violencia en todas sus manifestaciones, el acoso, la explotación sexual, la falta de oportunidades, la salud, la diferencia de salarios en los puestos de trabajo, y mucho más.

El camino es difícil y con obstáculos; pero ninguna transformación social es posible sin fuerza y convicción, compromiso y fundamentos.

Aún con voces discordantes, resulta imposible negar que se está en presencia de un hito en la historia de la justicia social, que suma adeptos, llama la atención de la juventud, convoca también a los hombres, y busca -entre otras genuinas intenciones- dar impulso a proyectos que devengan leyes, afirmando así la consolidación de paradigmas que ya están instalándose con fuerza en el sentir de sectores mayoritarios de la sociedad.

La reivindicación de la mujer es una tarea que, individual y colectivamente, nadie debería ignorar.

Foto: http://www.domestika.org

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