Los fundamentos del fenómeno pincharrata, el hecho maldito del fútbol burgués

En septiembre de 2018, La Izquierda Diario recordaba a John William Cooke, bastión de la resistencia peronista, a 50 años de su muerte.

Para ilustrar la valía el autor, el periodista Facundo Aguirre encabezó la nota con la siguiente cita extraída del libro Peronismo y revolución (Granica Editor, Buenos Aires, 1971):

«Durante bastante tiempo, el prestigio de Perón evitó las colisiones, pero aunque podía absorber estas contradicciones, no las suprimía; algunas aparecieron a la luz en los momentos finales del régimen, otras después de la caída. El equilibrio era ya insostenible, y el frente estaba desarticulado. Eso explica por qué el peronismo sigue siendo el hecho maldito de la política argentina: su cohesión y empuje es el de las clases que tienden a la destrucción del statu quo».

Años después, y con motivo del estreno de Bilardo, el doctor del fútbol (seria emitida en 2022 por la señal Max), Darío Sztajnszrajber -filósofo, docente, divulgador e hincha fanático de Estudiantes de La Plata- escribió un artículo titulado «El bilardismo, el hecho maldito del fútbol burgués», en el que narra en clave interpretativa la ideología e idiosincrasia del entrenador Campeón del Mundo con la Selección Argentina en México 1986.

En esa pretenciosa comparación, el conductor de ciclos televisivos como Mentira la verdad se atreve a poner en equidad el suceso histórico, político y social del peronismo que se transforma para nunca perecer, con un fenómeno trascendental al fútbol como el bilardismo, devenido movimiento que apela al esfuerzo inclaudicable, el sentido de pertenencia, la inteligencia en la estrategia, la pericia del detalle y la reivindicación de la viveza criolla.

Bilardo es, acaso, el ídolo más grande de Estudiantes de La Plata, club en el que militó a través de tres facetas: como futbolista y discípulo de Osvaldo Zubeldía durante la dorada época fundacional de los años 60, siendo entrenador de un equipo memorable que conquistó el título local a comienzos de los 80 y convirtiéndose luego en bandera por el resto de sus días, tras haber alcanzado la gloria máxima en el cargo de conductor del combinado nacional.

No se puede explicar la historia del pincha sin el Narigón, dado que fue pieza clave en la mesa chica que cambió la matriz del club. Con él, Estudiantes adquirió mística y estirpe ganadoras, identidad propia y notorio sentido de pertenencia, capaz de no olvidar a sus leyendas. Además, fue el sujeto articulador que unió generaciones, creando relatos míticos que crecieron al hacerse fuertes en la adversidad.

Bilardo construyó un relato épico y lo sostuvo firme a través de su gran poder de convencimiento. Supo edificar una filosofía que nació en el campo de juego y luego se transformó en estilo de vida. A tal efecto, se convirtió en protagonista contra-hegemónico, un villano de turno que asumió con orgullo y dignidad el rol de convidado de piedra. Sin tapujos, se enfrentó al fútbol-espectáculo, batalló contra el lirismo y puso en palabras lo que hasta ese momento nadie se animaba a declarar tan abiertamente: que sólo sirve ganar y que se debe hacer como sea.

Estudiantes es la mayor expresión del bilardismo más extremo y radicalizado. Conjugó de manera dichosa ser el equipo que cortó con la superioridad de los denominados cinco grandes (Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo), incorporando métodos de trabajo (entrenamientos en doble turno, jugadas preparadas, análisis de videos) que eran cuestionados por sus rivales. Además, se jactó de interrumpir el negocio que aún hoy implica ver siempre triunfantes a los mismos exponentes. Su manera científica y tecnológica de concebir el juego fue acompañada de ciertas dosis de dramatismo, fidelidad a la causa y artilugios nunca comprobados: el mito de pinchar con alfileres a los oponentes nunca fue del todo probado ni del todo desmentido. La única cuota de magia estaba dada por la efervescente apelación a las energías metafísicas, comúnmente conocidas como cábalas. En esas contradicciones entre planes ejecutados a la perfección e invocaciones al poder supersticioso, subyace una manera de enteder la vida que genera apologías y rechazos.

Como nunca antes en su rica historia, parece haber consenso generalizado en que Estudiantes tiene sólidos argumentos para ser no ya el quinto o sexto grande, sino tal vez el cuarto. El retorno de Juan Sebastián Verón, parte de la dinastía que comenzó la Bruja padre, dio continuidad a un ciclo que lo tiene como protagonista, primero como jugador estrella y ahora como dirigente con superlativa voz de mando. En estas casi dos últimas décadas, las cinco estrellas nuevas que bodan el escudo (dos ligas locales -2006 y 2010-, una Copa Argentina -2003-, una Copa de la Liga -2004- y el plato fuerte del póker de títulos en Libertadores -2009-) dan crédito a la onda expansiva de una institución que además remodeló su estadio ampliando la capacidad de espectadores y sumando ejes temáticos vinculados a un museo y restaurante, aumentó considerablemente su matrícula de socios y creó una marca de indumentaria propia que lo sigue convirtiendo en una rara avis para el fútbol argentino.

En el actual estado de felicidad, otros desafíos van asomando en el horizonte albirrojo: el próximo camino que le queda a Estudiantes, además de seguir peleando en todos los frentes, es transformarse en un equipo nacional, más allá de las fronteras de La Plata, donde sigue moviendo multitudes como genuina expresividad de una afición apasionada. Las estrategias de marketing y el plan de federalización deberá incluir peñas y presencias en distintos lugares del país.

Por lo pronto, hay una realidad a dos semanas de otra copa: el paseo por el barrio, en los alrededores de la cancha, dan cuenta de un público que acompaña y celebra los momentos compartidos, sembrando huella a cada instante y en cada lugar, para que todos y cada uno sepan quién es quién en la ciudad.

Así las cosas, no sería de extrañar que el pincha también logre el cometido de llegar a distintos rincones de Argentina, siempre incomodando desde la impostura, la insurgencia y la irreverencia. Como la logia peronista y el suceso maquiavélico del bilardismo, no caben dudas de que Estudiantes es el hecho maldito del fútbol burgués.


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