Es hoy

Una de las figuras más recurrentes en el psicoanálisis tiene que ver con el rol desempeñado por los padres. Idealizados en la infancia y sacralizados en la adolescencia, la característica del vínculo futuro estará dado por cómo se haya desarrollado esa relación: será valorada favorablemente si el encuentro fue emancipador pero derivará en trauma y herida en caso de ser una experiencia conflictiva.

Algo de eso, en la proyección, sucede a nivel social. En antropología, la construcción del dios, el héroe o el ídolo, ponen de manifiesto un asunto aspiracional llamado a reivindicar las miserias cotidianas o intentar hacer de este mundo un lugar mejor.

La Scaloneta fue el apodo -cariñoso y agradecido- que recibió la Selección en tanto se apropió de un sueño colectivo que nace en la infancia y vuelve a ella, porque además de crear lazos hace que el latido popular viva con ojos de niñez ese sentimiento exagerado, tan ingenuo como cotidiano, único como necesario.

En este país, el fútbol surge como un juego, crece como ámbito de alojo y sociabilidad, se convierte en facto identitario, asume rasgos religiosos y mantiene su fervor político.

Los Mundiales han acompañado la historia reciente a modo de ritual. Al repasar las cinco finales de Copa en las que Argentina dijo presente, tenemos que fue algo de luz entre tanta oscuridad en el 78, signo de revancha y prosperidad en el 86, resistencia en el 90, resurrección en 2014 y reparación en este 2022.

Toda esa euforia hace que confluyan -y se confundan- realidades tan dispares: en el combo está la sociedad golpeada, el patriotismo oportunista, la decadencia moral, los talentos desencontrados. Que el gobierno le prende una vela a Messi y que muchos fanáticos hacen lo mismo con una estampita de Maradona. Gente que se quiere ir del país pero dice amarlo a la vez.

La locura -pintoresca o patológica- hace que el delirio colectivo se entregue a las coincidencias, con generaciones autopercibidas como agnósticas que buscan señales divinas.

Hay quienes creen que un título lograría compensar tanto dolor; porque no es lo mismo ser pobre, que pobre pero campeón del mundo.

Y aún así, qué duda cabe: hoy es el día.

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