El cine y la filosofía de la historia

¿Hasta qué punto se puede reconstruir el pasado de acontecimientos significativos para una sociedad, haciendo eje en tiempos de secuestros, torturas y desapariciones?

¿Alcanza con testimonios de personas que fueron víctimas de un hecho atroz y tal vez estén atravesados por el trauma?

¿Es posible la pretensión de contar un episodio tan referencial sin incurrir en omisiones?

¿Existe una sola verdad si hay varias voces que intervienen?

¿Qué criterios permiten dar cuenta de memorias hegemónicas, en detrimento de otras silenciadas?

Tales preguntas filosóficas dan cuenta de problemáticas que invitan al debate y los posicionamientos.

El pasado 16 de septiembre se cumplieron 45 años de la Noche de los Lápices, uno de las tragedias más conocidas de la última Dictadura Militar en Argentina.

La historia cuenta los sucesos ocurridos en La Plata, cuando un grupo de estudiantes secundarios fue víctima del terrorismo de Estado. De las diez personas secuestradas, seis continúan desaparecidas al día día la fecha (María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Claudia De Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero, Horacio Ungaro) y cuatro han sobrevivido (Gustavo Calotti, Pablo Diaz, Emilce Moler, Patricia Miranda).

Inicialmente, el hecho se reconstruye a partir de la palabra de Díaz, quien fue liberado al tiempo y testimonió en los Juicios a las Juntas Militares, durante 1985. Su voz fue clave para que luego, en marzo de 1986, se publicara el libro de investigación llamado La Noche de los Lápices, escrito por María Seoane y Héctor Ruiz Núñez. Más tarde, ese material inspiró la película homónima dirigida por Héctor Olivera, estrenada en septiembre de ese mismo año.

En ese recorrido (del hecho a la vivencia de un testigo, los testimonio en un juicio, la edición de un libro y la llegada al cine) median diversos aportes que instalan otra pregunta: tanta información, ¿acerca o aleja de la fidelidad de los hechos?

A esos factores cabe sumar el paso de los años. Nunca la historia es la misma cuando se la cuenta, mucho menos si hay nuevas miradas.

La película es valorada por dar vigencia a la efeméride, pero cuestionada al omitir el motivo de la tragedia: no fue por el boleto estudiantil sino por la militancia política de la juventud.


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