La angustia de no llegar a fin de mes

Hace unos días, el escritor Hernan Casciari comentó en su columna semanal de Perros de la Calle (lunes a viernes, de 9 a 13 horas por Urbana Play, FM 104.3) que en una sociedad con tantas vulnerabilidades como la nuestra, era imposible vivir con el 80 % del cerebro ocupado en la incertidumbre del dinero.

Si bien su mensaje no se rige bajo criterios puramente científicos, el concepto está más que claro: gran parte de las angustias de la ciudadanía promedio radica en no llegar económicamente a fin de mes, incluso empezando a padecer ese faltante alrededor del día 20, cuando todavía quedan aproximadamente dos semanas para volver a recibir el salario, siempre y cuando el trabajador esté legalizado.

La problemática, de larga data en el país, va teniendo múltiples efectos: desde los deseos de emigrar hasta la resignación, pasando por períodos de diversas patologías como la ansiedad, cuadros de depresión profunda y desenlaces fatales.

Vivir al límite resulta autodestructivo. En este contexto, crece el malhumor y la dificultad de crear lazos a partir de vínculos sanos que emancipen y no esclavicen.

Los gobiernos deberían tomar nota de una cruda realidad que asume mayor indignación cuando la clase dirigente tarda menos de un minuto en aprobarse el aumento de su sueldo con votación a mano alzada en el Congreso.

Asimismo, hay una doble vara en la vergüenza: la ajena, que roba sin necesidad; la propia, que tan pronto lo recuerde ya no tiene más en los bolsillos o las billeteras.

Están los laburantes que destinan más de las 8 horas diarias establecidas por derecho. Llegan a vender su fuerza de trabajo en 10, 15 ó hasta 18 horas por día, convirtiendo su voluntad en una mercancía. Así empeoran su salud física y mental, con trastornos alimenticios, dificultades para descansar y alteraciones de carácter, pudiendo condicir ello a posibles infartos u otros accidentes.

Argentina, un lugar de enormes recursos humanos, económicos y naturales, con cualidades para estar en una posición más favorable, pareciera que nunca termina de arrancar.

En tales condiciones se van la vida, los sueños y las oportunidades, entre personas que lo dan todo para estar mejor y otras que se quejan reclamando más de lo que se merecen.

A través de esas tensiones oscila el péndulo de una existencia tan atormentada como obnubilada, que en casos como el argentino encuentra a millones de subjetividades resistiendo como pueden, sostenidas en el deseo de poder liberar la mente y el corazón para ganar una tranquilidad cuyos deseos de conquista dejen de ser, alguna vez, vanos intentos.


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