Norita

No debe haber figura más representativa para las personas que la presencia de una madre.

Se cuenta que las víctimas del holocausto, ya en edad adulta o avanzada, antes de su sentencia a muerte gritaban «mamá» como síntoma de desesperación.

Dicen que las mismas invocaciones hacían los jóvenes que fueron a Malvinas y aquellas otras víctimas que padecieron la brutalidad de los grupos de tareas en los centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar.

En Argentina, la iconografía de la patria destinada el lugar de heroínas a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, símbolo de lucha y resistencia, así como también de amor, memoria y alegría.

Nora Morales de Cortiñas fue una de ellas, pero no cualquiera. Su carisma y humildad de mujer sabia, buena y solidaria, la convirtieron en uno de los íconos más fuertes de su generación.

Había perdido a su hijo Gustavo, militante de izquierda desparecido en abril de 1977. Como a tantas otras madres, ese suceso -trágico, traumático, trascendental- le cambió la vida. Lo buscó siempre, asumiendo el riesgo de entrar como incógnito a la Mansión Seré.

Venía de una familia sin grandes necesidades, se dedicó a la costura y formó una familia. Pero nada fue lo mismo desde aquella experiencia de dolor, ausencia y pérdida.

A partir de entonces, Norita enarboló la bandera de los derechos humanos sin quedar ligada a ningún partido en particular. Asumió con convicción su rol de referente político, social y cultural.

Acompañó los recorridos de otras madres que pasaron por lo mismo que ella, tuvo la sensibilidad de hacerse oír en distintos espacios del país, la región y el mundo. Dio testimonio sin que le fuera ajeno cualquier tipo de vulnerabilidad.

Además, fue muy cercana a la juventud, poniendo el cuerpo para abrazar a los más desprotegidos, dando apoyo y acompañamiento sin ningún otro interés que el de invitar a la lucha colectiva.

Norita deja este plano a los 94 años de edad. Con ella se va parte grande de una historia que involucra los días más tristes de Argentina.

Pero a su vez quedan sus anécdotas y calidez, la inspiración de los pañuelos que seguirán flameando a la espera de algún tipo de regreso.


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