Valorar a Messi

Que hoy Leo llegue a los 37 años de edad genera sensaciones difíciles de explicar, siendo la primera y más inmediata de ellas el hecho de que su retiro está demasiado cerca. Ese acontecimiento venidero también pone en evidencia que la vida, para todos, pasa demasiado rápido.

A Messi lo hemos visto partir a Barcelona porque acá nadie había apostado por él.

Supimos de las auspiciosas sensaciones que causaba en las juveniles de un club europeo mientras no sabímos si sentirlo propio o extranjero.

Su carácter introvertido tampoco lo ayudó a crear cercanía. Durante mucho tiempo generó un halo de misterio que abrió el juego de la especulaciones, tan injustas como disparatadas. Hubo burlas realmente muy crueles, como el mote de «pecho frío» que subestimó su humanidad.

Messi cargó con la pesada herencia de ser súper estrella (batir récords, hacer goles, ganar títulos) en un país futbolero que es esclavo emocional de Maradona. El planeta sentía devoción por él mientras que por estas latitudes no le perdonábamos fallar en momentos decisivos, que no brillara, que agachara la cabeza como alguien que se rinde fácilmente sin tener rebeldía ante las adversidades.

Esta sociedad frustrada, exitista, pasional y demandante, decidió cargar las tintas contra un futbolista extraordinario, mucho más fácil de señalar que los ineptos políticos de turno.

Messi un día dejó de vomitar en la cancha y se dejó la barba, como si ambos actos fueran indicadores de alcanzar la madurez. Tal etapa fue simultánea al hecho de ser padre de tres hijos tras haberse casado con una mujer de perfil bajo, a quien conoce desde niño.

Los intentos de idealización no lo marean: lleva con discresión y dignidad una fama que para más de uno sería imposible de sostener por la locura y el fanatismo de quienes le rinden tributo. Sigue siendo un tipo sencillo, austero, de pocas palabras y hasta quizás aburrido, pero dueño de un profesionalismo que marcó una era en la historia del deporte de alto rendimiento.

Leo se sienta en la mesa de los más grandes del fútbol y también en la élite de los atletas que dejaron huellas en disciplinas como el básquet, el tenis, el atletismo o la natación. 20 años en el máximo nivel hablan de sus cuidados intensivos, espíritu competitivo y nivel de compromiso.

Messi nos volvió a sacar campeones del mundo, algo que parecía imposible y producto de un hechizo. Logró una hazaña memorable que lo redimió ante un público que encuentra en el fútbol alegrías que no le da la vida. Sólo abrazándose a esa vara tan alta iba a lograr el privilegio de ser indiscutido. Parece demasiado para alguien de su superlativo talento, probada capacidad de vigencia e irrenunciable ansias de superación.

Duele que juegue en un equipo norteamericano cuyo dueño es un inglés, quizás nunca se ponga la de Newell’s y no suele pronunciarse políticamente ante sucesos que podrían contar con el apoyo de su voz.

Sin embargo, nos eligió mucho antes de que nosotros a él. Y por eso merece, cuanto menos, gratitud de nuestra parte.


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