Una obsecuencia innecesaria

En la media mañana del sábado 25 de marzo se hizo el anuncio oficial.

Además de la prensa, fueron testigos los jugadores convocados para vestir la camiseta argentina en estos dos partidos amistosos que celebran la conquista de la tercera estrella en Qatar 2022, los integrantes del plantel que logró el subcampeonato en el Mundial de Brasil 2014 y los capitanes de los 28 equipos de la Primera División.

Claudio Tapia, actual Presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, tomó la palabra, rodeado del entrenador Lionel Scaloni y el N° 10 Lionel Messi, dispuestos todos ellos a descubrir una placa.

Desde ese día, el Predio que la Selección Nacional tiene en Ezeiza pasa a tener el nombre del rosarino.

La decisión, sorpresiva desde todo punto de vista porque no se había filtrado a ningún medio, generó polémicas.

No por Messi, claro, quien vive una verdadera y merecida luna de miel con el pueblo argentino luego de los últimos años en que convirtió reproches en aplausos y éstos en una euforia cada vez mayor, de una proyección impredecible.

El acento de los cuestionamientos está puesto en el oportunismo.

Chiqui Tapia, quien construyó poder desde la trinchera, ascendió meteóricamente desde el fútbol del Ascenso a la cúspide de dirigir la AFA, hoy en la cima del mundo.

Llegó al poder en 2017, tras unos confusos liderazgos que no lograron consolidarse luego de la muerte de Julio Humberto Grondona, Presidente de la casa madre del fútbol argentino durante 35 años y Vicepresidente de la FIFA desde 1988, llegando a ocupar el lugar de tesorero hasta el día de su muerte, en julio de 2014.

Tapia fue impulsado como una alternativa salomónica que lograría generar consenso, dado que no había acuerdos entre los principales dirigentes del fútbol nacional, deseosos por ocupar el sillón de la calle Viamonte.

Su gestión estuvo apuntalada por refundar la Selección Nacional, que a pesar de buenas actuaciones en distintas competencias, no lograba enamorar al público ni lograr títulos que se venían negando desde 1993.

El gran vínculo con Messi, la cara visible de Argentina en el mundo, le permitió lograr legitimidad. También, una determinación que resultó ser un pleno: la contratación de Lionel Scaloni, un entrenador sin experiencia, que quedó en el cargo temporariamente tras haber formado parte del escandaloso cuerpo técnico de Jorge Sampaoli, luego del fracaso en Rusia 2018. Ese interinato para cubrir una urgencia se fue renovando parcialmente, sumado a que los principales candidatos (Simeone, Pochettino, Gallardo) no mostraban entusiasmo en tomar la conducción.

Luego de la Copa América de 2019 en Brasil, tras un tercer puesto relativamente auspicioso, César Luis Menotti -contratado a principios de ese año para ser Director General de Selecciones, otro acierto de Tapia- dio la venia para que Scaloni fuera confirmado definitivamente.

El resto, es historia: Argentina Campeón de Copa América 2021 en Brasil frente al local, de la Finalissima 2022 en Londres frente a Italia y del Mundial de Qatar 2022 frente a Francia. En los registros queda que la albiceleste le arrebató el trono al último campeón de CONMEBOL, al último de Europa y al último del Mundo.

Además, el latido popular comenzó a jugar a favor del Presidente, reelecto hasta 2025 y con chances de seguir ocho años más en virtud de reformular los estatutos. De alguna manera, escenas de grondonismo explícito.

Desde que «la tercera» fue una realidad, Tapia se pasea como un rockstar por cuanto evento masivo hay. En enero visitó la costa, exhibiendo la Copa con un protagonismo demasiado manifiesto.

Algunas versiones, nunca del todo confirmadas, afirman que ese tipo de actitudes habrían sido motivo de disidencia con Lionel Scaloni, quien tardó un par de meses en renovar el vínculo por cuatro años más al frente de la Selección. Al parecer, esas actitudes festivas de Tapia, con devolución de gentilezas a comitivas cargadas de curiosos que lo acompañan a los viajes de la albiceleste, generan cierta rispidez con el actual DT, que al mismo tiempo lo valora moralmente por la confianza recibida, sabiendo en el fondo que la buena química entre el mandamás y Messi termina toda discusión.

Sin embargo, en las celebraciones por el título que tuvieron lugar después del partido frente a Panamá, el último 23 de marzo en el Más Monumental, los campeones hablaron a la afición y Scaloni deslizó una expresión que pasó casi desapercibida: «… agradecimiento eterno a este grupo jugadores, el fútbol es de ellos». A buen entendedor, pocas palabras.

Chiqui Tapia aprovecha toda ocasión para recordarle al mundo que su influencia es enorme y sigue en expansión, conciente de que el momento es éste.

Por eso, bautiza al Predio de la AFA con el nombre de Messi en reemplazo del apellido Grondona.

Además, omite a Carlos Salvador Bilardo para esa mención, ignorando que el Doctor fue mentor de una idea que junto con Don Julio llevaron a cabo entre 1987 y 1990. En el documental de HBO Max, que muestra la vida del DT Campeón del 86, se lo puede ver caminando entre la maleza y el barro, llevando una carretilla con escombros. La escena, de profundo sentido de la humildad, emociona.

Y, como si aquello fuera poco, deja de lado la figura de Diego Armando Maradona, poniéndolo en un escalón por debajo del actual capitán del equipo argentino, algo que en cierta forma resulta injusto, aunque en tiempos de gloria el pasado suele perder contra el presente.

¿El éxito está confundiendo a Tapia?

¿Negar el nombre de Grondona es sentenciar indirectamente que él está a su altura, al menos en cuanto a logros?

¿No reconocer a Bilardo es para evitar herir susceptibilidades, habida cuenta de que Menotti -rival ideológico del Narigón- forma parte clave del staff de Selecciones?

¿La omisión a Maradona es para congraciase con Messi, en una brutal obsecuencia innecesaria que le daría mayor rédito político?

El tibio periodismo que habla en nombre de la pureza buscando eliminar las grietas, está feliz con la decisión.

Sin embargo, cuesta entender cómo un acto de estas características tiene la potencialidad de barrer la historia.

Más allá de sus errores, es inconcebible desconocer los aportes que Grondona, Bilardo y Maradona le han brindado al fútbol argentino, quienes contribuyeron a su prestigio y difusión.

Si hoy hay un Messi, un Scaloni y un Tapia, es porque antes hubo aquellos otros protagonistas a los que hoy se está despreciando.

¿En cuánto habrán influido los episodios de corrupción del FIFA Gate que salpicaron a Grondona?

¿Qué tan determinantes habrán sido algunas acciones poco éticas de Bilardo, como el famoso bidón de Branco (nunca del todo negado, nunca del todo confirmado)?

¿Los conflictos personales, por ejemplo el de las adicciones, son motivo suficiente para correr del centro a Maradona?

Las preguntas fluyen por decantación, pero aún hay otra de mayor alcance:

¿Habría armado Tapia toda esta puesta en escena, con Grondona y Maradona en vida, y con Bilardo sin sus problemas de salud?

La mejor manera de respetar, valorar, agradecer y homenajear a un prócer como Messi -ídolo y leyenda; quizás héroe y mito en adelante- es no adulándolo.

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