Hay imágenes que están destinadas a permanecer en la retina, alojándose a través de esos lugares seguros donde los olvidos nunca acechan.
Benja llegó al mundo de Mariana y Luis en 2011, un año clave que me dio la oportunidad de vincularme como nunca antes con la infancia a partir de ser docente en un proyecto de Filosofía Con Niños que sigue manteniéndose vital para mi cotidianeidad.
Desde aquella vez, todo ha sido aprendizaje en un recorrido que, recién ahora, últimamente, advierto que me ayuda a resignificar mi propia historia.
En Benja advierto un pequeño alegre, espontáneo, divertido, con salidas ocurrentes y muchas ganas de jugar.
Me sigue emocionando ver esas postales de infantes vestidos con camisetas futboleras y unos guantes para la ocasión. Como decía Valdano, aún en los jugadores profesionales, se mantiene intacto ese fuego que remite al costado más humano que implica volver a la pureza del origen.
Por este tiempo he tenido muy presente a Anita, una persona muy agradable y atenta, que me brinda su cariño y pregunta cómo estoy.
Desde siempre, ella y los suyos me adoptaron como un integrante más y me lo recuerdan permanentemente. Con ninguna familia de un amigo tengo la cercanía como con la de Nico, compañía mutua desde adolescentes para ver a Boca.
Hace alrededor de un mes me invitaron a su chacra que queda en Gaiman, localidad lindera a Trelew.
Comimos un asado, compartimos anécdotas, charlamos mucho, pateamoa una pelota y fuimos felices.
Lo veo a Benja y pienso en la dicha que tiene de crecer no sólo junto a sus papás, sino también en cercanía de tíos, abuelos y hasta bisabuelas.
Por días como aquéllos, voy convencido por la vida sabiendo que Trelew es una de las patrias que iluminan mi existencia.
Deseo que ese resplandor nunca deje de alumbrarme.
Gracias por todo.