No debe haber emoción más difundida en la cultura popular que el amor, una idea sumamente compleja que ha encumbrado altos debates filosóficos desde los primeros mitos en las sociedad grecolatinas de la Antigüedad.
Mucho se ha dicho al respecto, y a medida que fue transcurriendo la historia, el arte le ha dedicado obras, ya sea pinturas, esculturas, canciones, libros y hasta películas para tratar de desentrañar la trama compleja que involucra a la especie humana, única en condición de amar.
En las últimas décadas, también la ciencia le ha destinado diversos estudios, enfocando sus investigaciones en el cerebro, epicentro del deseo, las pulsiones, la atracción y la libido, aspectos que también han llamado la atención de la psicología.
Entre todas las manifestaciones que se han hecho sobre este tópico, el cine es una de ellas; y más concretamente, un conjunto de largometrajes dirigidos por Richard Linklataer, realizador independiente de Estados Unidos de Norteamérica nacido en 1960.
Una de sus producciones más conocidas es la trilogía «Before», serie de películas que reúne a los mismos actores (Ethan Hawke y Julie Delpy, quienes interpretan a Jesse y Céline, respectivamente) en tres momentos distintos: 1995, para rodar Before Sunrise (Antes del atardecer); 2004, para filmar Before Sunset (Antes del atardecer); y 2013, para cerrar con Before Midnight (Antes del anochecer).
Al margen de la muy buena recepción de la crítica especializada, que le ha dedicado menciones y premios, cabe decir que el gran logro de la saga no está dado por su espectacularidad ni por el cliché, sino por contar una historia sencilla, con producción de bajo costo, y basándose en situaciones llamativas que dan lugar a diálogos de profundo contenido existencial.
Filmada en tiempo real y con los mismos actores, que se encuentran con nueve años de diferencia entre una y otra película, el argumento gira en torno a dos jóvenes -un norteamericano y una francesa, todo un hallazgo capaz de poner en juego idiosincrasias e ideologías- que en 1995 coinciden en un tren. El flechazo hace que ambos decidan desembarcar en Viena y pasar toda la noche caminando, descubriéndose, conversando de la vida y esas realidades cuyo fino hilo conductor puede convertir en frustración un anhelado sueño.
El encuentro no puede durar muchas horas, ya que él debe seguir viaje. Se despiden con un beso apasionado y la promesa de volver a encontrarse seis meses después en el mismo lugar, pero sin dejarse ningún contacto que los mantenga comunicados.
Sin embargo, el pacto no se concretó y recién nueve años después, en 2004, vuelen a coincidir. Jesse es un escritor -con un matrimonio infeliz y padre de un pequeño- que presenta un libro en París, aparentemente sobre aquel viaje de juventud. Céline, oriunda del lugar y activa militante humanitaria, con dificultades para tener pareja, lo descubre en un evento. Se ven, se sorprenden, se reprochan, se disculpan. Jesse cumplió la promesa pero ella no, aduciendo que tuvo un inconveniente familiar. En ese encuentro, siempre breve, de no muchos días, ambos exponen sus debilidades.
Para 2013, aquella fresca juventud es hoy una gastada adultez, atravesada por la rutina y los conflictos, pero finalmente en pareja. Jesse y Céline son padres de dos niñas; él sigue siendo escritor, mientras su hijo vive con su ex esposa en Chicago y ella ahora trabaja para el gobierno. Aun así, nada es como antes. Se comunican desde la frustración, dejando de lado aquellas idealizaciones que hicieron trazar un camino en común. De todos modos, y a pesar de las diferencias, las peleas, los defectos, encuentran que el cariño incondicional es el principal motivo para seguir juntos.
La trilogía es una reflexión acerca del amor y el paso del tiempo, así como también sobre un vínculo que necesariamente está sometido al conflicto y los vaivenes.
Ninguna relación es perfecta y eterna. Por el contrario, padece transformaciones que ponen en jaque los proyectos. De todos modos, la clave para una vida compartida acaso sea la inteligencia y la humildad para gestionar las diferencias. En otras palabras, de eso va el amor en su versión más simple y cotidiana.
