Marta Minujín, la personificación del arte

Creativa sin reglas.

Rebelde con causa.

Carismática y alegre.

Talentosa insaciable.

Detrás del personaje que brilla con su pelo lacio y platinado a la altura de los hombros, hay una mujer de enorme personalidad que suele cubrir la mirada en sus oscuros lentes.

Dueña de un estilo único, informal y disruptivo, la artista Marta Isabel Minujín festejó los 80 años de edad el último 30 de enero y la celebración no pasó desapercibida, porque una celebridad de su estirpe jamás se lo permitiría.

Extravagancias al margen, su historia asume ribetes tan únicos como extraordinarios, porque marcó tendencia en la dorada década de 1960, la era de le explosión del arte pop, el rock y la juventud revuelta.

Minujín dio el primer gran paso a su popularidad cuando en 1961 ganó la beca del Instituto Di Tella y se afincó en París, comenzando una extensa trayectoria que la encontraría haciendo happenings y performances en las más excelsas galerías del mundo, con sedes en lugares como Nueva York, Washington, Liverpool, San Pablo y, lógicamente, Buenos Aires.

Fue ícono latinoamericano en pleno imperio de esa estrella global llamada Andy Warhol, popularizando el arte efímero, susceptible a intervenciones por parte de los asistentes a espacios formales como los museos o improvisadas, como cualquier calle de metrópolis interrumpidas para la ocasión.

Llevó al extremo una concepción del arte ajena a las narrativas del momento, que empezaban a hablar de la muerte de los grandes relatos a través de la voz de críticos, entre los que se destacaron Arthur Danto.

En sus obras (pinturas, esculturas y demás), Minujín pone de relieve su crítica a la sociedad de consumo y a los convencionalismos. Ha llegado a destruir creaciones luego de ser exhibidas; creó un obelisco acostado y otro construido a base de pan dulces; quemó una figura decorativa de Gardel en su homenaje, armó una muestra itinerante con colchones, diseñó un lobo marino construido con envoltorios de alfajores que hoy luces en el principal museo de Mar del Plata.

Todas esas huellas expresan una genuina mirada que está contra el canon en el arte; pretende que el público masivo se acerque a él y lo disfrute a su manera, que pueda estar al alcance de las mayorías y transformar las experiencias de cada subjetividad.

Esa visión revolucionaria le ha valido enormes reconocimientos y premios en una rica trayectoria que todavía continúa vigente.

Y entre todas las inspiraciones que han salido de su musa, una de las más representativas es la del Partenón de los libros prohibidos, una exposición que en pleno microcentro porteño visibilizó las lecturas que fueron prohibidas durante la última Dictadura Militar en Argentina.

Minujín, de conciencia humanitaria y desprejuiciada, hizo de la libertad una forma de vida.

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