El triste epílogo de toda una vida por delante

Existen personas que subidas a una bicicleta tienen accidentes. Algunas se recuperan, otras sufren secuelas y están aquellas que, lamentablemente, pierden la vida.

Por estas horas, hay una víctima de 18 años de edad llamada Joaquín. Iba a la Escuela de Educación Secundaria Técnica N° 6 de La Plata. Le gustaba hacer deportes y aprovechaba los momentos libres para pedalear en circuitos de larga trayectoria junto a dos amigos, compañeros de curso.

Los tres llegaban en bicicleta a la escuela. Particularmente, él lo hacía desde el Barrio Aeropierto, con varios kilómetros de distancia entre su hogar y la institución.

Joaquín era una persona agradable, sencilla y respetuosa. Hace unos meses, en una de las clases de Filosofía, comentó tener muy presente a su familia, particularmente la madre, valorando que le inculcaran el estudio como responsabilidad indispensable.

El sábado 21 de enero de 2022, mientras estaba a bordo de su bicicleta, fue embestido por un automóvil a la altura del kilómetro 120 de la Ruta 11. El impacto le ocasionó lesiones graves en todo el cuerpo -esoecialmente en su cabeza- y al día siguiente falleció.

Medios locales reportan que ya son 12 las víctimas de accidentes de tránsito en la región para lo que va de 2023, en uno de los peores comienzos de ciclo.

Asimismo, según el portal La buena info consigna, testigos aseguran que el conductor de 82 años de edad imputado por homicidio culposo «tenía una pierna de madera y estaba alcoholizado».

La partida de Joaquín deja un enorme vacío porque toda muerte, especialmente la de alguien joven, habla de la imposibilidad de continuar aquella idea que en el imaginario popular significa tener la vida por delante.

En la era de las redes sociales y las hipercomunicaciones, quedarán registros: fotografías, filmaciones, testimonios, recuerdos. Acaso todo ello sea otra manera de vivir y permanecer ante el cambio y el devenir.

Sin embargo, hay una presencia que no vuelve, una ausencia perpetua que podría haberse evitado a no ser por ese instante que lo cambia todo, pasando del ser al no ser en una agonía con forma de suspiro.

Una enseñanza que queda posteriormente a cada tragedia es estar al día con los afectos porque nunca nadie sabe qué puede llegar a suceder.

Por lo que uno conoce y supone, Joaquín dejó este mundo sin deudas humanas pendientes.

Ahora, sólo queda exigir justicia, acompañar a su familia, agradecer el tiempo compartido y rogar por el eterno descanso de su alma.

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