Bajar el telón

En Uruguay, un pequeño país de América Larina que cuenta con 3 millones y medio de habitantes, el fútbol es -tan ingrata como injustamente- uno de los pocos caminos para aparecer en el mapa. Tal realidad no sólo se da a gran escala, sino también en aquellas historias cotidianas que salen al rescate de los mundos más pequeños.

Por citar algunos casos, bastará decir que Luis Suárez y Edinson Cavani, ambos de 35 años de edad, nacieron a tres cuadras de distancia, en en localidad de Salto, un lugar alejado de los grandes centros. Desde allí edificaron una carrera que hoy está muy cerca del final, pero que los encumbró como destacados símbolos de la Selección.

Hace unos días, Suárez no pudo contener sus lágrimas ante lo que seguramente haya sido su último partido mundialista.

En ese llanto se sintetizan enormes jornadas de gloria para alegría de las multitudes, pero también otros sucesos que lo han señalado como uno de los villanos predilectos de los grupos hegemónicos, aquellos que se consolidan a expensas de humillar a los humildes.

Previo al partido frente a Ghana por Qatar 2022, un periodista le recordó aquel episodio de Sudáfrica 2010 frente al mismo rival, cuando el goleador puso sus manos en la línea de la propia portería para evitar el tanto de los africanos, en los minutos finales del partido. Fue penal en contra y expulsión, pero también fallo de los ghaneses para sacar ventaja y pasar a semifinales, ocasión que se les escapó en la agónica definición por penales, que ganó la Uruguay de Oscar Tabárez, quien en el regreso triunfal a su país luego de la competencia, declararía frente al Palacio Municipal, de cara al delirio de la afición: «El camino es la recompensa».

Cuatro años más tarde, en Brasil 2014, Suárez fue sometido al escarnio público cuando tras morder a Giorgio Chiellini, zaguero de Italia, fue expulsado de la competencia, condenado al exilio como un delincuente y sin siquiera recibir, acaso, ayuda profesional para tratar una problemática que, según voces de los especialistas, podría haber tenido que ver con carencias en la infancia.

Suárez lloró como los niños que no quieren crecer y como los veteranos que se resisten a morir.

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