Explicar al conurbano

A comienzos del último mes de junio, la revista Zigurat publicó una nota sobre la cuenta de Instagram «The Walking Conurban» (en su traducción: «Caminando el Conurbano»), que al día de la fecha cuenta con poco más de 4 mil publicaciones y 367 mil seguidores.

Convertida en un suceso actual de las redes sociales, el sitio recupera el aporte de una ciudadanía que envía fotografías curiosas, rozando lo bizarro, llamadas a empatizar con la ironía emanada de ellas.

¿Pero qué es lo que concretamente llama la atención de esas imágenes, situadas en la delgada línea entre la broma y la burla?

Hay en cada posteo un retrato de las precarias condiciones de vida del área metropolitana de Buenos Aires.

La región, que cuenta con alrededor de 15 millones de habitantes, representa la tercera parte de la población total de Argentina y su crecimiento exponencial es tan veloz que desde hace por lo menos tres décadas ya no respeta límites geográficos de jurisdicciones ni administrativos a nivel institucional.

Muchas veces estigmatizado por factores como la pobreza, la delincuencia y el consumo de drogas, el conurbano se presenta en el estereotipo como una zona abandonada, que no se sabe si está a medio construir o medio destruir. Sus calles han quedado entregadas al despojo de pintadas, basurales y poco registro de urbe armónicamente organizada.

Aun así, toda valoración debe tener en cuenta las realidades políticas, sociales y económicas de un país que no pudo ni supo (¿tampoco quiso?) atender a las demandas de sectores postergados, que quedaron excluidos por prácticas neoliberales destinadas a crear countries, sobrevalorar el trabajo calificado y expulsar a quienes no se adecuaban a los nuevos criterios de normalización.

En consecuencia, las escenas de la vida cotidiana que transcurren en el conurbano bonaerense muestran situaciones poco habituales para quienes gozan del privilegio de tener su derecho a la ciudad.

Así, logra visibilizarse el rebusque y el ingenio de la gente común, que resiste a la vulnerabilidad como puede, buscando alternativas para resolver problemas o disimulando sus adversidades.

En ese sentido, va todo el respeto y la admiración por aquellas personas que aún en esos arrebatos apocalípticos, propios de una sociedad tendiente a su autodestrucción, logra salir adelante con la ilusión de sobrevivir al día para habitar, alguna vez y quién sabe cuándo, mejores mundos posibles.

Fotos: The Walking Conurban


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