De eso no se habla

Hernan Casciari (Argentina, 1971) es uno de los escritores argentinos del momento; aunque, a decir verdad, su obra no puede ser reducida a una moda que como tal sea pasajera.

El autor, oriundo de la localidad bonaerense de Mercedes, irrumpió en la escena cultural hace casi dos décadas, cuando desde su forzada partida a Barcelona en plena crisis del país, se hizo conocido como narrador en su blog denominado Orsai.

Desde allí construyó una plataforma contrahegemónica que cada día sumaba seguidores exponencialmente.

Casciari supo tener visión al darse cuenta de que podría prescindir del mercado editorial para difundir sus textos. Así fue que al regresar a Argentina creó un sello propio, a partir del cual dio curso a distintos proyectos: una revista de interés general y una decena de libros propios que estan disponibles en formato físico y también sin restricciones en la red, su participación como columnista semanal de Perros de la Calle y un nuevo emprendimiento que lo tiene como productor de una mini serie de TV que con financiamiento colectivo llevará a la pantalla grande «Canelones», uno de sus cuentos más difundidos, que gira en torno a una broma telefónica que un adolescente de pueblo le hace a una mujer mayor a finales de los 80. Aparte de todo lo anterior, acaba de estrenar un local temático en el barrio porteño de Palermo, que promete otras innovaciones.

De estilo hiper creativo, provocador y sarcástico, suele transgredir los límites; e incluso, muchos de sus textos juegan con la dicotomía ficción-realidad.

Por estas horas, un hecho inesperado y con ribetes insólitos está ocupando un lugar destacado en la agenda de los principales medios masivos de comunicación nacionales: Juan Esquibel, profesor de teatro pero a cargo de la materia Literatura en una escuela pública de San Juan, utilizó como recurso didáctico para sus clases con adolescentes una versión adaptada de «Canelones», omitiendo lo más polémico del cuento (palabras con explícitas referencias sexuales, que de ninguna manera convierten a la narración en nociva para menores de edad).

Desde fines de la semana pasada, el docente fue separado preventivamente de su cargo (?), mientras una Jueza de Menores (!) se encuentra interviniendo.

El aparente acto de irresponsabilidad surgió como consecuencia de que los mismos jóvenes decidieron buscar la versión completa del cuento, algo que despertó la indignación de padres escandalizados y dispuestos a hacer capturas de pantalla para perjudicar a un maestro que sólo buscó motivar la lectura en sus estudiantes recurriendo a un autor capaz de generar un entusiasmo que, lamentablemente, no siempre se encuentran en Borges o Cortázar.

Anoticiado de esta secuencia, Casciari se contactó con el principal damnificado (el docente mencionado Juan Nicolás Esquibel), la Rectora de la Escuela Normal Sarmiento (Marcela Herrera) y la Ministra de Educación de la Provincia de San Juan (Cecilia Trincado). Como era lógico de esperar, el profesor se encuentra angustiado, la Rectora sin poder decidir por su cuenta y la Ministra esperando cumplir muy tranquilamente con protocolos mientras no la roza directamente el episodio.

A excepción de Casciari, nadie se anima a tomar cartas en el asunto y poner freno al insolente e ignorante proceder de padres tan malpensados como malintencionados.

¿En qué mente cabe que un docente va a pervertir la inocencia de estudiantes que, dicho sea de paso, tienen -al inmediato alcance de sus ojos y oídos- contenidos más perjudiciales para su salud íntima y social, a cualquier hora del día?

¿Cómo puede ser que se dude de la buena fe de un docente, encolumnándose en un tácito acuerdo las miradas de padres y autoridades, que al hacer causa común estigmatizan y dañan a un laburante que está intentando dignificar el rol de por sí deteriorado de la educación en esta sociedad?

¿Por qué cuesta tanto distinguir el justo y pertinente reclamo, de la supina estupidez con ansias de perjudicar?

¿Ante qué sectores hay que ser obsecuentes y descomprometidos?

¿A qué temen los altos mandos, traicioneros con sus empleados pero tímidos partenaires de aquellos que siempre quedan bien posicionados para cortar el bacalao?

Las conciencias conservadoras, que se rasgan las vestiduras ocupando cargos de gestión para los cuales no se prepararon, destruyen la educación desde su doble moral: exigir dinamismo y estrategias convocantes a sus docentes pero rechazando toda pretensión rupturista.

Muchas autoridades escolares asisten a la cobardía de perseguir al personal a cargo, camuflando su violencia simbólica bajo el dudoso epíteto de «hacer un seguimiento».

En vez de defender a los docentes, muestran reverencia y sumisión a adultos (padres, tutores o encargados) que crean animosidad sin que nadie les explique los contextos.

Los más idóneos Equipos Directivos de las instituciones educativas no son los que abusan de su poder al decidir quién sí y quién no; ni tampoco aquellos que se aferran a sus cargos jactándose de tomar decisiones pero sin ningún criterio pedagógico.

Debería dar vergüenza que en una sociedad se maltrate tanto a los docentes y bastardee sin piedad a quienes hacen algo por el bien del país.

A Juan lo va a salvar la presión mediática que está ejerciendo Casciari, pero es una pertinente ocasión para nunca olvidar algo elemental: por mucho -pero muchísimo- menos, a diversos colegas han aprehendido silenciándolos o señalándoles la puerta de salida. Otros, con mejor suerte, lograron retirarse a tiempo para encontrar entornos justos y agradables, antes de que los caprichos coercitivos salpicaran más cerca de la orilla.

Lo que está en juego, en definitiva, es qué queremos como sociedad.


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