El Gráfico marcó una época

En las primeras décadas del siglo XX, la Editorial Atlántida-creación del empresario Constancio Vigil- había generado una revolución en la cultura letrada de Argentina, acaso una de las sociedades más ilustradas de América Latina.

Por aquel momento proliferaba un nutrido consumo de periódicos, con lo cual impulsar negocios de publicaciones alternativas era una gran apuesta para un terreno fértil en cuanto a las necesidades del público lector.

Fue entonces que la compañía lanzó al mercado -casi en simultáneo- tres revistas de aparición semanal que harían historia en la memoria popular de la clase media del país: en 1919, El Gráfico (preferentemente orientada a hombres amantes del deporte) y Billiken (con un perfil dedicado a aspectos educativos de niños y adolescentes); en 1922, Para Ti (destinada a gustos y curiosidades de las mujeres de ese tiempo). Mucho después, en 1965, nacería Gente, dueño de una impronta periodística de investigación e interés general muy distinta a la frivolidad con que se acercó al espectáculo y sus escándalos hacia la década de 1990.

De todas ellas, la más emblemática y recordada, capaz de unir diversas generaciones, fue El Gráfico.

Surgida inicialmente como un ejemplar de interés general, se inclinó definitivamente al deporte en 1925, iniciando un recorrido de casi cien años de historia que la volvieron un objeto de culto, al punto tal de ser actualmente una reliquia preciada por miles de coleccionistas que buscan ediciones antiguas en plataformas virtuales de venta de usados.

La revista fue un ícono del periodismo gráfico argentino básicamente por tres razones: su particular estilo (por la redacción pasaron las plumas más destacadas del país, narradores de excelsas notas que lograron trascender al momento en que fueron escritas), el diseño de imagen (la calidad de las fotografías han retratado los momentos más brillantes y significativos del deporte nacional y mundial) y la cercanía con los protagonistas (logró poner en primer plano a los atletas más allá de su actividad profesional, dando a conocer aspectos que permitían identificación con el público masivo).

Además, El Gráfico ganó popularidad al enfocarse más específicamente en el fútbol, -una de las mayores pasiones de los argentinos-, cubrir destacados eventos y ser testigo privilegiado de hitos del deporte.

La publicación alcanzó un prestigio inusitado por ser única en su especie. Toda figura consagrada y promesa incipiente logró salir en su portada, siendo esa circunstancia motivo de orgullo y estatus para las carreras de los deportistas de élite.

En sus páginas brillaron cronistas que se potenciaron mutuamente con los logros de las estrellas y equipos capaces de retratar los más épicos momentos que aún se recuerden.

Sin embargo, podría decirse que la revista se vio cuestionada por una tendencia polémica: su funcionalidad a los gobiernos de turno, con la mancha indeleble que implicaron los estrechos vínculos con la última Dictadura Militar, cuyo relato oficial tuvo su ápice en el período del Mundial 1978. Menos grave, pero no por eso ingenuo, resultó su complicidad con el poder de la FIFA desde los años 70 y con el mememismo de los 90.

En esa última década se inicia lo que algunos periodistas han dado en llamar las tres muertes de El Gráfico: la primera, cuando fue vendida a Torneos y Competencias, en pleno auge de los medios masivos de comunicación (irrupción de señales de cable, Radio La Red y Diario Olé, entre otros) con los que ya no pudo competir; la segunda, cuando a principios de 2002 se anunció la suspensión de la edición semanal, readaptándose a una salida por mes para sobrevivir a una de las más grandes crisis económicas de Argentina; y la última, en enero de 2018, cuando se anunció su cierre definitivo.

Más allá del origen, auge y caída que de algún modo aquí se detalla, no caben dudas de que la revista marcó una época.

En ella se destacaron e hicieron escuela redactores como Dante Panzeri, Julio César Pasquato (Juvenal), Ernesto Cherquis Bialo, Diego Bonadeo, Oscarsitas, Daniel Arcucci y Diego Borinsky, entre otros; además de ver la vida a través del lente fotográfico de la familia Alfieri.

Se trató de un fenómeno policlasista, que unió al profesional encumbrado, el obrero sacrificado y al niño que empezaba a leer.

Despertó vocaciones; generó aventuras, sueños y realidades.

Retrató casi una centuria de un país que oscila entre la gloria, el ocaso, esperanza, el miedo, el desencanto y el abismo, en más de una oportunidad.

El Gráfico fue una marca registrada que hoy sigue vigente gracias a un sensacional archivo que devino fuente de consulta para distintas investigaciones o proyectos.

Es un clásico que, como tal, tiene garantía de eternidad y nostalgia.


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s