(Texto realizado como trabajo final del Seminario: «El Análisis de los discursos políticos. Perspectivas, técnicas y objetos de estudio». Posgrado de Ciencias Sociales, UNLP, Diciembre de 2020. Autor: López Hernaiz, Adrián Marcelo).
Jóvenes y participación política en Argentina:
De la Noche de los Lápices al activismo de colectivos emergentes (1976-2021)
I. Introducción
Las últimas cinco décadas en Argentina muestran diversos escenarios políticos, a partir de los cuales la juventud asumió distintas formas de participación (a veces más directa, en otras no tanto) que repercutió en sus identidades.
Si se hiciera un breve recorrido de ese lapso de tiempo, podría establecerse lo siguiente:
- En los 70, la disputa por los ideales tuvo su máxima referencia en la denominada Noche de los Lápices, una serie de secuestros, torturas y desapariciones que ocurrieron a mediados de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata. La tragedia fue perpetrada por el Estado hacia jóvenes militantes (partidarios de los principios del peronismo) que, entre otros derechos, reclamaban la gratuidad del boleto estudiantil secundario.
- Durante los 80, la recuperación de la democracia activó el interés por la política, hecho que se evidenció con la creación de centros de estudiantes apadrinados por partidos hegemónicos, en un clima de época que posicionaba al Estado como garante de derechos.
- Por su parte, los años 90 expresan un creciente desinterés por el ejercicio de la política, derivada de la crisis institucional de los partidos tradicionales; en ese contexto, son los grupos de rock aquellos que visibilizan las aspiraciones, desilusiones y conciencia crítica de la juventud.
- Hacia la primera década del año 2000, no se recupera la democracia (que en rigor, nunca se perdió) pero sí su estabilidad. Desde los partidos políticos se incentivó el compromiso de la juventud para la conquista del espacio público, una motivación que contó con referentes del arte, la ciencia, la cultura y los derechos humanos, como impulsores de nuevas formas de hacer política.
- De 2010 a la fecha, se manifiesta una notoria expansión de agrupaciones (independientes o derivadas de partidos tradicionales) que configuran otras identidades no tan presentes en décadas anteriores; por ejemplo, el feminismo, el veganismo y el ambientalismo.
Con todo lo anterior, surge un interrogante a modo de problemática: ¿Es posible el surgimiento de nuevas identidades y líderes políticos que ofrezcan alternativas a un escenario de bipartidismo en que prácticamente miden sus fuerzas sólo dos modelos opuestos: el del Estado de bienestar y el del libre mercado?
Ensayando una hipótesis, y a riesgo de generalizar, podría pensarse que cuando hay presencias de líderes con adhesión popular (Perón y Kirchner, afines en sus principios; Alfonsín, de un estilo que pone en primer lugar a la ciudadanía antes que al personalismo) es posible encontrar un entramado que vincula dimensión ideológica con acción política, siendo aquélla inspiradora de ésta. En cambio, durante otros períodos que no contaron con el enfático fomento del Estado para la participación política (por caso, tres ciclos: 1976-1983, dictadura militar; 1989-1999 y 2015-2019, ambos períodos de democracia institucional), la imposición de la ideología o la desideologización generaron reacciones anti-hegemónicas, como el mencionado episodio de la Noche de los Lápices, el surgimiento de la agrupación H.I.J.O.S y las más recientes manifestaciones del feminismo, ambientalismo y veganismo, por citar tan sólo algunos ejemplos.
II. Marco teórico
Hay, en principio, seis conceptos principales que guían este ensayo: juventud, política, discurso, dimensión ideológica, ideología, acción política.
Según Marina Larrondo, el concepto de juventud implica que “(el hecho de) ´´ser joven´ o ´devenir jóvenes´ tiene que ver antes que con la edad biológica, con formas en que las sociedades producen juventud.”[1]. Esta caracterización supone cambios culturales que, según el paso de los años y la coyuntura de cada momento, dan lugar a maneras de posicionarse, por caso, ante la permanencia y el cambio; o lo que es lo similar decir, el debate entre ser conservador y liberal, según los modos en que cada generación etaria de la sociedad habita sus valores y costumbres.
Citando a Jacques Rancière, “podemos llamar política al proceso de emancipación (…) no es la promulgación o la puesta en escena del principio, ni la ley, ni el ser de una comunidad (…) carece de arché, es anárquica”[2]. Tales palabras hacen referencia a cuestiones que atañen a la comunidad, a los asuntos de la polis donde coexisten fuerzas en tensión. De allí, el conflicto, la confrontación, la disputa, algo que –a los efectos de este trabajo- caracteriza a los miembros de una juventud, en relación a sus pares y a las generaciones adultas.
Asimismo, Eliseo Verón estudia el discurso concibiéndolo como “un enfrentamiento, relación con un enemigo, lucha entre enunciadores (…) el imaginario político supone no menos de dos destinatarios. Un destinatario positivo y un destinatario negativo”[3]. En el lapso de tiempo definido para este trabajo, aparece una serie de oposiciones que dan lugar a la disputa, un enfrentamiento que nace desde el discurso que separa a “nosotros” y los “otros”, los “buenos” y los “malos”, la “izquierda” y la “derecha”, significantes que posicionan a la juventud ante el oponente de turno, según los gobiernos de cada época.
El mismo autor (ahora en conjunto con Silvia Sigal)[4], plantea una distinción entre dimensión ideológica e ideología: mientras la dimensión ideológica “del discurso político no es (…) preguntarse por la presencia (…) de contenidos, ´opiniones´ o ´representaciones´ de la sociedad, sino (…) por la relación del discurso político con sus condiciones específicas de producción”, la ideología “conceptualiza el plano del enunciado (designando) una configuración de opiniones o de representaciones de la sociedad”. En este sentido, símbolos como el guardapolvo, el boleto y los lápices (presentes, por ejemplo, en murales urbanos ampliamente difundidos en la última década), son significantes que remiten indefectiblemente a la dimensión ideológica del trágico episodio de la Noche de los Lápices; pero ese acontecimiento, prescindiendo de tales representaciones, quedan reducidos a la ideología para explicarse en términos de juventud maravillosa (romantización del concepto) o subversión (matiz condenatorio), según quien sea el hablante.
Ambos pensadores, también, entienden que “la acción política no es comprensiva fuera del orden simbólico que la genera y del universo que ella misma engendra dentro de un campo determinado de relaciones sociales”[5]. En otras palabras: lo que en algún tiempo lejano fue rebeldía o irreverencia, en la actualidad puede concebirse de otra manera, como un deber ser que respalda los derechos colectivos de las subjetividades.
III. Preguntas para analizar los discursos políticos
- ¿Qué marcas discursivas de la política y/o lo político se manifiestan en el corpus estudiado?
Si se considera la Noche de los Lápices como episodio fundacional de este trabajo, en un recorrido que a partir de entonces y década a década transita hasta los tiempos actuales, es posible advertir marcas discursivas que atañen a la política.
Rancière hace una distinción entre política (referida a la igualdad) y policía (estructuración de un orden jerárquico y desigual). No siempre hay política, sí dominación.
En el libro Memoria de la Noche de los Lápices, su autora Sandra Raggio argumenta en reiterados pasajes cómo la construcción del trágico suceso muestra dos sujetos bien opuestos en sus caracterizaciones: las víctimas y los victimarios.
Para muestra, se cita un fragmento:
Hay un segundo elemento que cobrará relevancia en el relato: la enorme desproporción entre las víctimas y los victimarios. En el segmento citado, el juego de la guerra de estos niños-adolescentes, se señala el contraste con la otra “guerra”, que en pocas horas irrumpirá en sus casas, y marcará el “fin de juego”. Imágenes como “comer desaforadamente”, “dulce de leche”, “delantal”, “dibujos animados” proyectan en la mente de los lectores los recuerdos de la infancia. Como un espejo roto, la evocación estallará en pedazos con el impacto de la escena de los secuestros.[6]
Al momento de suceder el hecho, el Estado planteaba una disputa contra lo que llamó subversión (alteración del orden en el Proceso de Reorganización Nacional, nombre oficial para legitimar la toma del poder). Expresiones ampliamente extendidas para justificar los secuestros (como por ejemplo, “algo habrán hecho”), contrastan con la política de reparación histórica y justicia institucional que se llevó a cabo en los primeros años de la presidencia democrática de Raúl Alfonsín a partir de 1983: la creación de la CONADEP y el Juicio a las Juntas Militares se inscriben como acontecimientos en los cuales opera la acción política como restauración a un práctica prohibida por los conflictos y los episodios de violencia del pasado.
En esta tensión permanente, la resistencias de los perjudicados por esta política de Estado (militares) abrieron una tregua promovida por el presidente electo Carlos Menem, sucesor de Raúl Alfonsín: en los primeros años de su gestión, decretó indultar a responsables del gobierno de facto durante 1976-1983 a los fines de garantizar la “pacificación y reconciliación nacional”, decisión que pretendía confirmar la denominada “Teoría de los dos demonios” (es decir, sostener que ambas partes tendrían responsabilidad en los delitos) en detrimento de posicionamientos que hablaban de abuso de poder a cargo del Estado.
Siguiendo a Verón y Sigal, hay una política en el plano del enunciado y otra en el plano de la enunciación. Si el peronismo amplió los derechos de los sectores populares y el kirchnerismo hizo lo propio en materia de derechos humanos, ambos beneficios no quedaron solamente plasmados en documentos, sino que fueron acompañados de un universo simbólico y cultural (apropiación de la categoría “pueblo”, creación de murales y monumentos) que otros gobiernos democráticos (Justicialismo, 1989-1999; Cambiemos, 2015-2019) negaron a partir de usos y costumbres asociados a la lógica de los mercados, cuyas pretensiones son más individualistas que colectivas.
La década de los 90 estuvo acompañada de cierta indiferencia por parte de la población, que recién en los comienzos del siglo XXI (tras la crisis política e institucional de 2001) inicia una etapa acompañada de políticas restauradoras cuyos principios evocan al primer peronismo y a la denominada primavera alfonsinista: esto es, devolviendo la política a la escena pública, especialmente con protagonismo de los jóvenes, que se valen de distintas instancias de participación fomentadas por la escuela misma (en los diseños curriculares se establece la creación de centros de estudiantes y se crean espacios como la materia Política y Ciudadanía[7] en 5to año de secundaria, momento en que los estudiantes ya tienen la opción de votar a autoridades municipales, provinciales y nacionales desde los 16 años de edad; no solamente ello: también expresan su subjetividad agrupándose en colectivos que defienden diversas causas vinculados a cuestiones de derechos).
Vale destacar, entonces, que con la recuperación de la democracia se incentivó la participación ciudadana de los jóvenes, inicialmente desde el ámbito escolar:
El retorno democrático impulsó la conformación masiva de centros de estudiantes –al menos en el área metropolitana–, estando representadas tanto las juventudes partidarias como los grupos independientes. Sin embargo, no necesariamente todas las formas de participación promovidas eran legitimadas para los jóvenes secundarios. Las normativas incentivaban la formación de centros de estudiantes, pero establecían explícitamente que éstos debían quedar afuera de la política partidaria. Las actividades de los centros estudiantiles deberían privilegiar las acciones solidarias, la gestión de mejoras para la escuela, el cuidado del medio ambiente y la puesta en práctica de mecanismos democráticos y participativos para tomar estas decisiones (…) las múltiples
relaciones entre los procesos de politización estudiantil y las dimensiones
éticas de las movilizaciones, expresadas en las experiencias de las luchas
por el medio ambiente, los recursos naturales, la educación pública para
todos y la diversidad sexual, entre otros puntos. Por otro, el despliegue de
la política en el espacio cotidiano, basada en relaciones de reciprocidad,
cooperación, afecto y amistad [8].
Ese énfasis en asuntos como el ambientalismo y la sexualidad, no solamente es un rasgo de la actual región latinoamericana que tiene impacto local, sino que tiene una impronta generacional:
La denominada “tercera generación de Derechos Humanos” se profundizó y amplió en la región, incorporando derechos de diversas minorías (étnicas y sexuales entre las principales) e introduciendo nociones como “buen vivir” (sumakkawsay), soberanía alimentaria y los derechos de la tierra en materia de extractivismo y explotación de los recursos naturales. Así, tanto las cuestiones vinculadas a grandes colectivos sociales excluidos durante años, como las relacionadas con el medio ambiente y la tierra, y otros asuntos como el derecho al ocio o el tiempo libre y el derecho a la ciudad, se convirtieron en objeto de derecho y políticas públicas[9]
- ¿Cómo opera, o qué rol juega en ese discurso, la mediatización?
Como nunca antes, la última década reconvirtió la era de las comunicaciones a partir de los dispositivos tecnológicos. En tal sentido, las redes sociales devienen masivas construcciones de subjetividades que crecen exponencialmente sin necesidad de habitar espacios físicos para interactuar. Proliferan mensajes que se viralizan por la Internet hasta crear identidades cuyas fortalezas y debilidades podrían sintetizarse en lo siguiente: por un lado, se abre favorablemente el juego de la pluralidad y el acceso a distintas formas de pertenecer; por el contrario, existe el riesgo de que al sobreabundar colectivos emergentes, puedan ser cooptados por grupos monopólicos para crear alianzas y así desvirtuar su identidad hasta, incluso y en el peor de los escenarios, desaparecer.
Verón afirma que “no hay duda de que la transformación de las economías nacionales contribuyó en gran medida a debilitar el poder del sistema político para ´producir colectividades identificantes´ adaptadas a la nueva situación”[10].
En Argentina, hay un período político que tiene su punto de quiebre con la crisis económica de 2001, momento en que la desconfianza por la política partidaria comienza a coexistir con la restauración de prácticas que incentivaban en los jóvenes la recuperación de un lugar perdido o ignorado. En esa convocatoria, juega desde entonces y al día de hoy un rol preponderante la hipercomunicación generada por las redes sociales, epicentro de nuevas maneras de hacer política.
A través de la influencia multimedial, el veganismo amplió sus alcances en el plano local. Así lo explica la investigadora Alexandra X.C. Navarro:
… los discursos veganos datan de hace algo más de diez años, pero obtienen gran visibilidad a partir de 2009 con el auge de las redes sociales. Aunque en varios aspectos de la vida cotidiana su propuesta es bien recibida, el cambio de conducta alimentario es una de las aristas que se vive con mayor resistencia, debido al atravesamiento cultural de esta práctica, signada por la identidad y las representaciones que rodean a cada animal no humano en nuestro país[11].
Precisamente, los dispositivos tecnológicos plantean la dicotomía público-privado, en que pueden tensionar el objeto-mensaje con el sujeto-voluntad. En otras palabras, ¿aquello que se muestra (un mensaje en forma de afiche, proclama o cartel) es la expresión objetiva de una subjetividad individual o existen que no logran visibilizarse?
Como analiza Eric Landowski,
La vida social no sería (…) más que una mentira organizada (…). Es (…) en la vuelta al secreto de la intimidad –ahí donde el ser del sujeto prevalece a la preocupación del parecer que podría reafirmarse la autenticidad original de la persona o del grupo: “en privado” nos quitamos la máscara del rol social[12].
- ¿Cómo se despliega la dimensión polémica del discurso?
Hay un ideal que se posa sobre las pretensiones democráticas de una sociedad: la escucha, el respeto, la pluralidad, aparecen como principios que se aprenden en la escuela y acompañan las trayectorias educativas de niños que luego son adolescentes y más tarde jóvenes que transitan el primer período de adultez.
En todo ese recorrido, algo pasa. Quienes comienzan a militar políticamente suelen exacerbar sus pasiones y sentar fuertes posiciones, lejos de valores como la tolerancia y la búsqueda de acuerdos.
Aunque pueda causar cierta resistencia esa manera de vivir la política, Mouffe no lo ve como una debilidad:
… Concebir el objetivo de la política democrática en términos de consenso y reconciliación no sólo es conceptualmente erróneo, sino que también implica riesgos políticos. (…) En lugar de intentar diseñar instituciones que, mediante procedimientos supuestamente “imparciales”, reconciliarían todos los interés y valores en conflicto, la tarea de los teóricos y políticos democráticos debería consistir en promover la creación de una esfera pública vibrante de lucha “agonista”, donde puedan confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos[13].
Y en la misma dirección, Rennes advierte que
La institucionalización de la expresión pública de los antagonismos, precisamente porque está organizada, controlada y regulada, no produce, en las sociedades que garantizan esos derechos, una proliferación del debate público a todos los niveles: ciertas normas y valores sacralizados, ciertas decisiones gubernamentales tomadas en contextos de crisis (…) son sustraídas de la discusión pública (…), ciertos grupos sociales no llegan, por falta de legitimidad o de recursos, a hacer escuchar su voz (…), no alcanza con enunciar que la existencia de intercambios agonísticos públicos es una marca del carácter democrático de una sociedad[14].
A tal efecto, el movimiento feminista en Argentina es un colectivo que emerge a partir de una serie de indignaciones por parte de mujeres afectadas por la violencia machista y la vulnerabilidad de derechos. Que se autodenomine “ola” alude a una fuerza insurgente que, en la metáfora de una marea, viene a desestabilizar los cimientos que negaban su visibilidad.
Como argumenta Nayla Pis Diez,
estamos atravesando en Argentina una “cuarta ola” feminista que debe pensarse desde la perspectiva de la acumulación y el largo plazo (…), dicho fenómeno no se entiende sin el impacto de la consigna Ni Una Menos y del movimiento social hoy conformado a su alrededor. Comprender el NUM como movimiento social, con sus actores y sus demandas, nos permite comprender aquella “ola” (…), otra características centrales de esta “cuarta ola” es su impacto en las organizaciones sociales y de izquierda. Una experiencia forjada recientemente es la constitución del Feminismo Popular de la mano de las organizaciones de las mujeres de las barriadas periféricas, urbanas y rurales del país[15].
IV. Conclusiones
El sujeto político es una categoría compleja: más que definirse, se caracteriza. Y en esa descripción intervienen factores contextuales que explican maneras de pensar, decir y proceder.
En los últimos 45 años, Argentina muestra oscilaciones en su identidad política. A raíz de ello, deviene tan indispensable como innegable reconocer la huella del primer peronismo (partido que gobernó en el período 1946-1955), referencia insoslayable que permite comprender las causas y los conflictos que se han sucedido en la escena pública.
Las juventudes no están exentas de estas circunstancias; y su denominación en plural alude a la amplitud de significantes que pueden derivarse en torno a ellas. Es joven el estudiante de escuelas secundarias que se inicia en las participaciones políticas institucionales (votar autoridades, militar en agrupaciones), así como también aquel que, siendo ya mayor de edad, comienza a transitar los espacios con otro tipo de autonomía, ya siendo miembro de las universidades o líderes barriales.
El hilo conductor que comunica a la generación de la Noche de los Lápices con las actuales es la resistencia a la vulnerabilidad de derechos, la búsqueda de justicia social y la expectativa por el ejercicio de una libertad que se oponga tanto a la normalización como al hecho de ocultar identidades no hegemónicas en la expresión de la subjetividad.
Por tanto, las reivindicaciones del pasado reciente que llevan a cabo las juventudes de los últimos años tienen la misión de apelar a un compromiso mayúsculo que implique poner el cuerpo como sostén de la palabra y la ideología. Lo que comúnmente se dice, una acción política que se llama militancia.
Sin embargo, esas luchas –opuestas a la denominada “derecha”, de perfil conservadora- se diversifican en un conjunto de causas que, al ser en muchos casos minoritarias, terminan siendo cooptadas por los grupos hegemónicos con promesas de ser parte de un colectivo con mayor fuerza e influencia para el logro de los intereses comunes.
Entonces, si en ese movimiento se pasa de una política subalterna o periférica a ocupar un rol central, ¿se pierde o consolida el ideal pretendido?
Quizás, aquí esté la cuestión.
Los sueños de la juventud crean lazos de transformación política hasta que en un momento pueden suceder dos caminos: o logran ser status quo o abandonan toda pretensión de un mundo mejor.
Y mientras tanto, los dueños de la política argentina siguen siendo los mismos sectores que, con sus variantes (Buenos Aires – Interior, unitarios – federales, ciudad – campo, peronismo – antiperonismo) dirigen los destinos del país desde el siglo XIX hasta la fecha.
Bibliografía:
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[1] Larrondo, Marina. Jóvenes, educación y participación política. Más allá del idealismo. 2017. Disponible en https://riberas.uner.edu.ar/jovenes-educacion-y-participacion-politica-mas-alla-del-idealismo/
[2] Arditi, B (Editor). El reverso de la diferencia: Identidad y política, “Política, identificación y subjetivación”. Nueva sociedad, Caracas, 2000, p. 146.
[3] Verón, E. La palabra adversativa, 1987 (disponible en PDF: http://semioticaderedes-carlon.com/wp-content/uploads/2018/04/Veron-Eliseo-La-palabra-adversativa-observaciones-sobre-enunciaci%C3%B3n-pol%C3%ADtica..pdf)
[4]Verón, E. y Sigal, S. Perón o muerte: Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, “Introducción”, Eudeba, Buenos Aires, 1986.
[5] Ibid., Verón y Sigal.
[6] Raggio, S. Memoria de la Noche de los Lápices, capítulo 3: “Explicar los hechos: del estrado judicial al libro”, Víctimas y victimarios, p. 97, editado por Universidad Nacional de La Plata, Universidad Nacional de Misiones, Universidad Nacional de General Sarmiento. Disponible en: https://www.libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/catalog/book/98
[7] ABC, “Política y Ciudadanía y su enseñanza en el ciclo superior”. Dirección General de Cultura y Educación, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, 2007. Disponible en: http://servicios.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/consejogeneral/disenioscurriculares/secundaria/quinto/materias%20comunes/5politicayciudadania.pdf
[8] Vommaro, P. Juventudes y políticas en la Argentina y en América Latina. Tensiones, conflictos y desafíos. “El encantamiento ciudadano”, p. 28-29. CLACSO, Grupo Editor Universitario, Buenos Aires, 2015.
[10] Verón, E. “Mediatización de lo político. Estrategias, actores y construcción de los colectivos”, p. 229, en Communication et Politique, CNR Éditions, 1995, París. Traducción: Alberto Luis Bixio. Editorial Gedisa, Barcelona, 1998.
[11] Navarro, A. “Nuevas arenas de disputa por el sentido: discursos veganos y omnívoros en relación al habitus alimentario”, en Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, año I, volumen I, agosto de 2013.
[12]Landowsky Eric: “Eux, nous et moi: régimes de visibilité”. In: Mots, mars, 1985, n°10, Numéro special. Le “nous” politique, pp. 9-16. Traducción: Mariano Fernández. Revisión: Gastón Cingolani.
[13] Mouffe, Ch. En torno a lo político, “Introducción”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009. Disponible en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-24502010000100012.
[14] Rennes, J. “Las controversias públicas y sus fronteras”, en: ESTUDIOS SOCIALES, revista universitaria semestral, año XXX, n° 58, Santa Fe, Argentina, Universidad Nacional del Litorla, enero-junio, 2020, p. 266.
[15] Pis Diez, N. (2018). Violencias machistas y resistencia feminista en Argentina: Una reconstrucción y algunos elementos históricos para entender la cuarta ola. Tesis de posgrado. Faculdade de Serviço Social. Universidade Federal de Juiz de Fora. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1702/te.1702.pdf