El Tornillo de Arquímedes

En la historia oficial y hegemónica de la ciencia, hay un antes y un después de René Descartes, filósofo francés que vivió entre 1596 y 1650. Discurso del Método, una de sus obras cumbres, da origen a un nuevo paradigma que llega hasta nuestros días, concibiendo al conocimiento científico según un conjunto de características: ser lógico, racional, sistemático y susceptible de someterse a prueba, entre otras pautas a considerar.

El aventurero pensador, perteneciente a la baja nobleza, emprendía largos viajes por Europa persiguiendo el sueño de dar con la llave que le permitiera encontrar el conocimiento universal. A tal efecto, estaba convencido de que la matemática sería el modelo a seguir por su exactitud y difusión, algo muy presente desde las civilizaciones antiguas, que en siglos anteriores a nuestra era ya hacían cálculos fundamentales para solucionar problemas.

Por ejemplo, aquella época estaba dominada por asuntos como los inicios de la navegación, las estrategias para optimizar la cosecha, el cálculo del tiempo y también de las distancias.

Mientas todavía siguen siendo un misterio el origen de las pirámides egipcias, inspiradoras de un conjunto de teorías que van desde las poco probables hasta las insólitas al momento de explicarlas como fenómeno, en la escuela obligatoria todavía se enseñan los teoremas de Pitágoras («En un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos») y Tales («si se traza una línea paralela a cualquiera de los lados de un triángulo tendremos como resultado un triángulo semejante el triángulo original»). En la adolescencia resuenan esos nombres asociados a fórmulas que se asemejan más a doctrinas impuestas que a razonamientos prolijamente elaborados; y en ese sentido, no habría tanta diferencia entre los principios indemostrables de los axiomas en la ciencia como en las creencias de la religión.

Si en los buscadores de Google se indicara, por caso, «ciencia + científico + representantes», las primeras imágenes en la pantalla serían las de genios como Einstein o un montón de profesionales anónimos, vestidos con guardapolvo blanco y maniobrando un tubo de ensayo; al fin y al cabo, los íconos de la ciencia como estereotipo.

¿Pero por qué resulta tan difícil llegar de inmediato a una celebridad como Arquímedes, aquél que pasó a la historia con su frase «denme un punto de apoyo y moveré el mundo», además de salir gritando de alegría, semidesnudo y al grito de «eureka» cada vez que asistía a un nuevo descubrimiento de su parte?

De origen griego, vivió entre el 287 y el 212 antes de Cristo (es decir, 75 años de edad; bastante para la época). Como muchos de sus contemporáneos -Sócrates, Platón, Aristóteles-, se lo simboliza medio canoso, cabello con rulos, a veces pelado y pudiente barba. Intelectualmente, tenía una suma de habilidades que en la actualidad es muy difícil encontrar en una sola persona: físico, ingeniero, inventor, astrónomo, matemático.

Ya sea por instinto de supervivencia o cualidades naturales, Arquímedes se destacó por crear un tornillo con forma de cilindro, capaz de contener un dispositivo que en forma de espiral -a modo de tirabuzón- posibilita, por ejemplo, remover aguas de los estanques o alimentos como cereales. También, inspiró el «principio» que lleva su nombre y que explica cómo los cuerpos sumergidos en fluidos que reposan experimentan un empuje vertical hacia arriba, lo cual es igual al peso del fluido que quedó desplazado por el cuerpo sumergido. Su utilidad se ve en las construcciones de barcos que no se hunden o en el telgopor flotante de los inodoros para que se pueda volver a tirar la cadena del baño.

Arquímedes fue un superdotado, tanto o más como las personalidades de la ciencia que le sucedieron a lo largo de la historia. Si bien es difícil establecer un ranking de mentes brillantes, a favor de él podría decirse que con pocos recursos hizo mucho; y sus aportes fueron retomados para expandir la diversidad de investigaciones y descubrimientos.

Por tanto, es sugestivo que un programa radial dedicado al conocimiento público de la ciencia lleve por nombre El Tornillo de Arquímedes. Tal denominación da la idea de ingenio y rebusque, algo que sintetiza la vocación de los integrantes del envío: Oscar Rizzo en la conducción (Comunicador científico-médico), Fernando Fuentes en la conducción y producción (Comunicador científico-médico), Guillermo Goldes en sección de astronomía (Comunicador Científico- Doctor en Astronomía) y Laura Pezzatti en sección de matemática (Doctora en ciencias matemáticas, docente y asesora, comunicadora científica). Antes, de 2016 a 2019, el columnista de Astronomía fue Julio Rodríguez Martino (Doctor en Astrofísica, Experto en Big Data y Machine Learning).

Hay en todos ellos una genuina pretensión de ocupar un lugar vacío en lo que podría denominarse divulgación científica. Que en la grilla del dial aparezca un ciclo destinado a visibilizar el trabajo constante, sostenido y silencioso de profesionales universitarios que destinan su vida a investigar, descubrir, analizar, explicar, prevenir y construir conocimientos, merece ser considerado especialmente, porque no se trata solamente de contar lo que otros hacen, sino también de despertar vocaciones, generar alternativas y ayudar a que la ciencia argentina, de por sí muy bien considerada a nivel mundial, siga creciendo.

El Tornillo de Arquímedes comenzó por FM Asamblea, una radio comunitaria de Chacarita, en 2016; continuó en una radio online llamada RZ entre 2017 y 2019; resistió en la pandemia vía podcasts de Ivoox durante gran parte de 2020; y llegó en septiembre de ese mismo año a Eco Medios AM 1220, donde permaneció durante todo 2021. Desde el último 17 de marzo se emite en la programación de Del Plata AM 1030, todos los jueves a la medianoche.

Durante ese largo recorrido que hoy va por su séptima temporada, dieron su voz y participación académicos de la más variada índole, pertenecientes a los campos de la astronomía, matemática, geología, genética, antropología, física, paleontología, biología, química, medicina, entre otras especialidades. Muchos de esas personas son becarias de CONICET, una institución nacional creada en 1958 que rápidamente se convirtió en un organismo de prestigio para continuar estudios en diversas disciplinas y cuyo primer presidente fue Bernardo Houssay, farmacéutico que resultó a su vez ser el primer latinoamericano en ganar un Premio Nobel, obteniendo el de Medicina en 1947 por sus contribuciones referidas a la enfermedad crónica de la diabetes.

Un país con la gran historia y tradición científica de Argentina debe optimizar sus canales de comunicación para hacer circular el conocimiento, algo clave e imprescindible en pos de políticas públicas que incorporen todo el esfuerzo, la dedicación y la sabiduría de especialistas que, si son respetados y valorados aquí, no tendrán necesidad de partir hacia otros rumbos, pudiendo devolver a la sociedad lo que ella requiere para sus cuidados y progresos.

Por su parte, El Tornillo de Arquímedes dice presente. Acepta el desafío, resiste a las contingencias y favorece otras condiciones de intervención para que el común de la sociedad sepa en qué andan nuestros científicos.

Bienvenidas seas siempre, desde ya, estas iniciativas que abrazan a la comunidad.

Fotos: Gentileza El Tornillo de Arquímedes.


Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s