11 años de amor colectivo

A diferencia de otras civilizaciones, la cultura occidental concibe al tiempo según una línea cronológica en la que intervienen el pasado, el presente y el futuro.

Del pasado se ocupó Sigmund Freud, al encontrar la génesis de todo conflicto humano en los sucesos inconcientes de la infancia. En otras palabras, los traumas y dolores anidan en los primeros años de la vida y sin que el ser humano pueda darse cuenta de inmediato.

Al presente lo interpeló René Descartes, cuando postuló el mayor hit entre sus grandes éxitos: cogito ergo sum («pienso, luego existo»; o, «en tanto pienso, existo») es un razonamiento que luego se convirtió en frase célebre de su filosofía. Acaso, no haya sentencia más contundente que justificar la propia existencia en el preciso momento de anunciarla.

Respecto del futuro, queda el diagnóstico de Martin Heidegger, quien aseguró que no existe mayor temor para cualquier persona que la inminencia de su muerte, un final que -en definitiva- tiene la potencialidad de ocurrir en el instante menos pensado, como por ejemplo ahora.

Entre esos tres autores coexiste la memoria de Pilar, una niña que ayer -sábado 2 de abril de 2022- habría cumplido 17 otoños en su haber.

Hablar de ella es hacer ese recorrido trascendental en una misma línea de tiempo, pero también apelar a la figura del eterno retorno de Friedrich Nietzsche, según lo cual siempre está naciendo, mantiene su vigencia, se erige omnipresencia en la memoria colectiva de una comunidad.

Todo el dolor, la tristeza y la angustia que desde ya genera la partida a los 5 años de edad de una persona inocente, a su vez lleva consigo el propio sentimiento de injusticia ante un hecho de tal magnitud.

Hay una empatía natural que despierta la vulnerabilidad en el contexto de la infancia, algo que también se repite de algún modo en la franja etaria de la vejez. Si una enfermedad terminal se interpone en el camino, el estallido emocional es el de la consternación por parte de aquellas subjetividades que advierten las dimensiones capaces de igualar la condición de ser humanos.

Desde 2011, la Biblioteca Del otro lado del árbol, situada en el corazón del Parque Saavedra de La Plata, homenajea a la niñez visibilizando sus derechos. Una madre junto a un grupo de voluntarios convirtieron la pérdida en fortaleza y de allí nacieron 11 años de amor colectivo, con eventos culturales y populares de inclusión y desarrollo.

Si bien nunca nada vuelve a ser igual, vale decir que vivir -lo que se dice vivir- se puede dar de muchas maneras, incluso a partir de los recuerdos.

Mirar el mundo a través de los ojos de la infancia es ilusionarse con crecer e imaginar en grande.

Cuando la tormenta cesa, la metáfora del sol radiante se impone como necesaria.

Ya no más dolor sino la calma; algo que, según la sabiduría estoica, lleva el nombre de ataraxia, cuyo significado podría traducirse como ausencia de perturbación.

Entonces, la búsqueda del sentido cobra impulso para dar lugar a nuevos sueños.


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