Los últimos días de Freddie Mercury

«Deseo confirmar que he dado positivo en las pruebas del virus y que tengo el SIDA. Sentí que era correcto mantener esta información en privado para proteger la privacidad de quienes me rodean. Ha llegado el momento de que mis amigos y mis fans conozcan la verdad, y deseo que todos se unan a mí, a mis médicos y a todos los que padecen esta terrible enfermedad para luchar contra ella».

La noticia tuvo alcance mundial y rápidamente ocupó la primera plana de los medios de comunicación. Lo que era un secreto a voces lograba confirmarse en el propio testimonio del protagonista: a través de su agente, el músico Freddie Mercury (1946-1991) anunciaba que tenía SIDA; y tan sólo un día después de confesarlo, el 24 de noviembre de 1991, fallecía a causa de una neumonía que no pudo superar.

Sus últimas apariciones públicas, hacia principios de 1990 en una entrega de premios, aumentaron las sospechas de una prensa inglesa que especulaba acerca de la enfermedad. Lucía pálido, debilitado y bajo de peso; en aquella oportunidad, sólo se dirigió al público para pronunciar un lacónico agradecimiento mediante breves palabras.

Farrokh Bulsara, tal su verdadero nombre, confirmó su diagnóstico en 1987, luego de intensivos análisis que se hizo para saber si era o no portador del virus, una decisión que tomó luego de que el actor norteamericano Rock Hudson falleciera en 1985, siendo la primera celebridad del mundo del espectáculo en haber perdido la vida a causa del SIDA.

Al comunicar los resultados de las pruebas a los demás miembros de Queen, la banda que lideró desde 1970 hasta su muerte, el grupo guardó una respetuosa reserva.

Podría pensarse que Mercury fue un artista excepcional llamado a romper con los estereotipos, y atravesado por tres estigmatizaciones que socialmente debió sobrellevar: su origen africano, la homosexualidad y el virus que contrajo.

Detrás de esa voz excelsa que introdujo la ópera en una banda musical con uso de filarmónicas e instrumentos corales no tan propios del mundo del rock, brilló un hombre que invita a la pregunta de si el mejor arte es aquel que emana desde la postergación y el sufrimiento.

Siempre queda la duda de si estas celebridades, tan cerca de la gloria y el ocaso, al alcance de sus gustos pero lejanos a una paz que les da el anonimato, son o no felices. Y si en esa exposición sobreviven como pueden, haciendo lo que les gusta como una actitud de resistencia.


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