Acumulación

Entre los más célebres cuentos de Jorge Luis Borges se encuentra «Funes el memorioso», que narra las características cognitivas de un personaje con problemas de insomnio, cuya obsesión es recordar todo fenómeno que acontece a partir de un controvertido mecanismo para identificar sucesos y guardarlos en su memoria.

El texto forma parte de Ficciones (1944), acaso la obra más difundida del escritor, que también destina para ese libro dos cuentos más que también hacen eje en el ejercicio de la memoria como proceso psicológico antes que en sentido histórico y social.

Uno de ellos es «Pierre Menard, autor del Quijote», que narra la curiosa exactitud (palabra por palabra, punto por punto, coma por coma) de un escrito idéntico que comunica a dos autores: Menard y Cervantes, ambos dueños de la misma historia, El Quijote, que fue escrita con siglos de diferencia y sin que haya habido comunicación entre ellos.

El otro es «La biblioteca de Babel», que cuenta la existencia de un universo paralelo compuesto por todos los libros del mundo, dispuestos de una manera en que la utopía de la totalidad logra realizarse sin dejar nada afuera.

La genialidad de Borges pasa por anticiparse medio siglo a la aparición de Internet, acaso el último gran salto evolutivo de la humanidad, que está más preparada que antes para retener una enorme cantidad de datos en un reservorio universal que probablemente subsista más allá de la especie.

Sin embargo, una de las fronteras que se interponen en esta acumulación de la memoria tiene que ver con principios del psicoanálisis.

Sigmund Freud afirmaba que aquello que cada persona no pueda recordar, lo repetirá.

El problema podría ser no distinguir qué es preferible para salud mental: si los recuerdos o los olvidos.

Funes, de algún modo, padeció la habilidad de retener.

Menard nunca se percató de nada porque su trabajo no ha tenido que ver con la memoria sino con la creatividad, aunque ella no haya sido original.

Y el universo de «La biblioteca de Babel» lleva consigo el misterio de saber que la mente humana nunca estará en condiciones de abarcar los universos infinitos, ni siquiera en la imaginación.

Volviendo a Freud, olvidar podría ser más fácil que el esfuerzo destinado a recordar; aunque en el caso de algún trauma, pretender dejar de lado el suceso que lo ocasionó es, paradójicamente, tenerlo más presente que nunca.

Así las cosas, sería mejor preguntarse cómo es posible convivir con el dolor hasta encontrar maneras de sobrellevarlo sin que dañe la historia de subjetividades de por sí afectadas por algún tipo de padecimiento.

Como era de suponerse, sanar tiene su costo.


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