El espíritu del deporte

Con la inauguración de Tokio 2020 (el año se mantiene en la denominación) comienzan los Juegos Olímpicos, uno de los eventos deportivos de mayor impacto mundial.

Si bien tienen lugar ininterrumpidamente desde 1896, su origen se encuentra en la Antigua Grecia hacia el año 776 a.C., constituyéndose como un momento de tregua en las guerras helénicas. Se disputaban en la región de Olimpia y el período que iba entre un Juego Olímpico y otro recibía el nombre de Olimpíada.

Las primeras disciplinas eran carreras pedestres, lanzamiento de disco y jabalina, lucha libre y otras disciplinas afines. Además, se hacían rituales en honor a los dioses. Dejaron de organizarse alrededor del siglo V y IV a.C., por la expansión del Imperio Romano, contexto en que se prohibieron las celebraciones.

De aquel tiempo a esta parte, el deporte aparece vinculado al ocio y el esparcimiento, considerándose una actividad llamada a promover la paz entre los pueblos. También, se expandieron sus implicancias políticas, culturales, sociales y económicas, atravesando la historia del siglo XX, que tuvo conflictos bélicos, atentados, denuncias, discriminación y luchas estudiantiles, por citar algunas circunstancias.

En sus más de treinta ediciones, los Juegos Olímpicos coexistieron con diversas realidades, teniendo como hitos distintos acontecimientos. Entre ellos, podría citarse cuando el nazismo hizo propaganda de su abuso de poder en Berlín 1936; el Black Power de México 1968 fue el puño cerrado y en alto de dos atletas norteamericanos de raza negra, que mientras eran premiados se manifestaron de esa manera en contra de la discriminación; Múnich 1972 tuvo un atentado en la misma competencia, con grupos neonazis colaborando para asesinar a parte de la delegación israelí; Montreal 1976 presentó en sociedad a Nadia Comaneci, la espectacular gimnasta rumana que a sus 14 años brilló mientras era abusada y perseguida por el régimen del dictador Nicola Ceaucescu; la década de 1980 enfrentó diplomáticamente a Estados Unidos y Unión Soviética en plena Guerra Fría; y las últimas décadas muestran la consolidación del deporte como un show que moviliza millones y en el que mientras se rompen récords también ocurren trampas.

Hasta ahora, sólo tres veces se suspendieron: Berlín 1916, Tokio 1940 y Londres 1944 (todos por Guerras Mundiales). El año pasado, la pandemia del coronavirus puso otra vez en peligro a los Juegos, que finalmente fueron postergados para este 2021, sin público y ante la resistencia de algunos sectores del público de Japón que quisieron impedir su realización.

Más allá de la profesionalización de atletas preparados para la élite, los Juegos mantienen ese rasgo amateur en que diversos deportistas de un mismo país comparten la Villa Olímpica, lugares alejados del lujo y la ostentación en los que conviven los protagonistas más consagrados junto con otros que, en ocasiones, logran llegar a los Juegos haciendo esfuerzos descomunales, debiendo sostenerse económicamente por sus propios medios, buscando sponsors y trabajando o estudiando como ocupaciones que conviven con los entrenamientos.

En Argentina, los últimos años han sido de promoción y difusión del olimpismo. Entre 2009 y 2017 hubo un impuesto del 1% al consumo de los servicios de telefonía celular para financiar a los atletas. Luego, una reforma tributaria interrumpió esa medida pero se mantuvo la autonomía del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), que recibe presupuesto estatal. Aún así, sigue siendo un asunto pendiente la falta de recursos para deportistas que entrenan en condiciones desfavorables para la alta competencia.

Fomentar el deporte como política de Estado es imprescindible para sociedades que necesitan involucrar a las juventudes en proyectos que, por ejemplo, los alejen de las drogas, la violencia y las postergaciones.

La delegación nacional, que tiene como abanderados a los regatistas Cecilia Carranza y Santiago Lange, y a la judoca Paula Pareto como portadora de la bandera olímpica para representar a América en el desfile de la ceremonia inaugural, cuenta con 181 representantes: todos ellos van a la conquista de una experiencia mucho más profunda que el sueño de obtener medallas. De su actuación, conducta y ejemplaridad, dependerá en gran parte el estímulo para que la práctica deportiva siga desarrollándose en nuestro país.

Foto: Misiones Cuatro


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