La indignación de los nadies

A mediados de 2019, la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) tuvo la insólita idea de que la próxima Copa América se disputara en sede compartida: los organizadores serían Argentina y Colombia, países que ni siquiera son limítrofes, con todas las complicaciones que ello supone.

El evento se iba a disputar a mediados de 2020, pero la pandemia del Covid-19 impidió esa aberración.

Sin embargo, la maldita dirigencia postergó el torneo para junio de este año. No importó la crisis política y social de Colombia (que se bajó de la organización) ni la crisis sanitaria de Argentina, en su peor momento desde que irrumpió el coronavirus. Atinadamente, el gobierno nacional tomó la decisión de renunciar como anfitrión argumentando que no estaban dadas las garantías para ello, lo cual ameritó la mayoritaria aprobación de la ciudadanía.

La noticia se confirmó pocos días después de que se dieran a conocer las maniobras según las cuales un banco suizo admite haber depositado 25 millones de euros en concepto de sobornos a las arcas del ex Presidente de AFA Julio Grondona, fallecido en 2015.

Quien hoy ocupa ese cargo como máximo dirigente del fútbol argentino buscó legitimar su difuso poder ofreciendo a la propia federación como garantía para organizar íntegramente la Copa. Siempre cholulo para rendir pleitesía al mejor jugador del mundo, soñaba con esa imagen del ídolo levantando el trofeo entregado por él mismo. Pero a ambos les faltan uñas de guitarrero.

Ningún protagonista central de toda esta historia repudió la decisión una vez que el Brasil de Bolsonaro fue elegido como sede alternativa en un país que combina los estallidos de Colombia y la alarma hospitalaria argentina.

Cuesta aceptar que César Luis Menotti, Director de Selecciones Nacionales y voz prestigiosa en el fútbol local e internacional, no haya sacado a relucir su habitual arrogancia para cuestionar a los grupos monopólicos.

Sorprende que un cuerpo técnico integrado por protagonistas que crecieron con el fair play de José Pekerman y la integridad ética de Marcelo Bielsa no diga nada al respecto.

E indigna que futbolistas representativos como Lionel Messi sean tibios y obedientes, funcionales al negocio.

Todavía están a tiempo.

Hablen con sus pares y rebélense.

No desaprovechen esta ocasión histórica en que la vida y la muerte definen por penal.


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