La historia presenta innumerables casos de personas destacadas en el seno de una comunidad. A algunas de ellas se les ha atribuido condiciones muy particulares, extra naturales, llamadas a encumbrarlas en un lugar superlativo o, cuanto menos, llamativo.
Los grandes maestros de la espiritualidad, siglos antes de Cristo, y en lo que hoy es el continente asiático, difundían enseñanzas y maneras de vivir, siempre en vinculación con una trascendencia imposible de circunscribir.
Los dioses griegos también daban fundamento a esa lógica de seres especiales que protagonizaban mitos, sufrían, gozaban y se comportaban con miserias propias de esos humanos ante los cuales intervenían con premios o castigos.
La era cristiana legitimó y expandió el poder sobrenatural consagrada en la figura de Jesús. Según el relato bíblico, nació del vientre de la Virgen María, quien no tuvo relaciones para tenerlo; y su vida tuvo hitos como multiplicar panes, caminar sobre el agua y resucitar al tercer día luego de ser crucificado. Su historia marca un antes y un después en nuestra era.
Siglos más tarde hubo una celebridad en los confines de la Edad Media: Nostradamus es señalado como uno de los grandes profetas de la humanidad, capaz de vaticinar miles de episodios que al día de hoy se siguen resignificando e incluso causan asombro, incredulidad y temor.
Todas estas personas comparten cualidades comunes: tienen un carisma que se manifiesta de diverso modo, acaparan multitudes que esperan algún milagro de su parte y son miradas de reojo por quienes dudan de sus verdaderas intenciones.
La Iglesia reconoce a quienes desde el más allá influyen favorablemente en miembros de este mundo. Para ello, es menester la reunión de un conjunto de pruebas a cargo de distintos especialistas que dan, nunca mejor dicho, fe de lo ocurrido. Al sumar situaciones milagrosas y extraordinarias, que son anunciadas por gente que se benefició por ese tipo de acciones, una persona fallecida y que ha dado testimonio en vida puede seguir el camino de la santidad.
No les sucede lo mismo a otras celebridades que no alcanzan ese estatus de consagración pero que sí cuentan con la adhesión popular (por ejemplo, el Gauchito Gil). Es común ver monolitos, flores, plegarias y oraciones, alrededor de un lugar significativo donde una persona con mística ejerció su don.
En estos días volvió a ser noticia Manuel Valdés, peyorativamente denominado «Brujo» por una exposición mediática que minimizó y hasta ridiculizó su accionar a determinados artilugios para incidir exitosamente en formaciones de fútbol como Estudiantes de La Plata, Independiente y la Selección Argentina.
El último 7 de mayo falleció a los 61 años de edad como víctima del Covid-19 y los medios hegemónicos se hicieron eco a partir de su vínculo con el deporte más popular del país, como si fuera un talismán.
Lo que se dejó de lado en la comunicación y caracterización de la noticia es el detrás de escena de un hombre que cultivó el perfil bajo, la sencillez y la humildad; no lucró con sus habilidades y buscó ayudar a miles de personas que día a día se acercaban a la localidad de Gorina (partido de La Plata) con la expectativa de encontrar una respuesta que alivie algún pesar.
Valdés, de manera genuina y desinteresada, sólo pedía a cambio alimentos para ser donados en sectores carenciados.
Quienes lo han visitado describen a una persona que hablaba muy poco y bajito, tomaba de las manos, hacía alguna oración y preguntaba por qué iban a verlo.
Se cuenta que curó enfermedades.
Ayudó a encontrar trabajo.
Y cambio la energía negativa de sus parroquianos.
Era conmovedor ver la cantidad de fieles que se congregaban en su aposento, esperando largas horas para ser atendidos.
De ninguna manera su influencia debería ser ignorada; a lo sumo, cuenta con varios elementos para ser analizados.
Evidentemente su caso es el de un fenómeno social difícil de poder explicarse y que abre una serie de interrogantes sin respuesta:
¿Existen personas comunes con poderes sobrenaturales?
¿El valor metafísico sería una cualidad con la que se nace o que se adquiere?
¿Hasta qué punto llegaría su influencia?
Asimismo, no deja de ser curiosa esa realidad según la cual en un mundo tan proclive a la certeza, la confirmación y el relevamiento de pruebas por un lado, y al puro escepticismo por el otro, haya quienes se aferren a voluntades con efectos que, en teoría, no pertenecen a este plano de existencia.
Foto: Diario Hoy