Cada 1 de mayo es el Dia Internacional del Trabajo, conquista social que habla de derecho y remite al maltrato sufrido por obreros de Chicago (EE.UU.), que a fines del siglo XIX se alzaron contra los jefes de una fábrica reclamando mejores condiciones (reducción de 15 hs diarias de trabajo y salario digno) para ejercer su labor. Como consecuencia fueron castigados a una trampa mortal, acusados de instigar la violencia y asesinados por rebelarse ante la autoridad. El mensaje había sido claro: prohibido alzarse contra una ley impuesta para satisfacer los intereses del más fuerte.
Tiempo después hubo una reivindicación de aquella protesta y se hizo justicia. A un alto precio humano se logró acordar beneficios que cuidaran a los trabajadores y se estableció una fecha global para reconocer a quienes son los verdaderos motores del capitalismo industrial, ese eje que para bien y para mal le da cuerda al mundo.
Desde entonces, y cada vez más, el trabajo es parte de la solución y del problema en sociedades que no logran salir del flagelo de la desigualdad.
La actividad laboral sobra en sectores que, sometidos a la explotación, deben entregar su fuerza para vivir lo más dignamente posible; y escasea en otros grupos que al no tener chances de acceso transitan la exclusión entre desolaciones, angustias, tristezas y episodios conducentes a enfermedades mentales, aumento de delitos y escenarios de dolor.
En el caso argentino, el sindicalismo de mediados de la década del 40 sentó las bases de ciertas garantías constitucionales para salvar la integridad de los trabajadores, pero a su vez terminó convirtiéndose en una fuente hegemónica de ingresos acostumbrada a negociar con los poderes de turno.
Las cifras del país exponen la fragilidad de políticas que ni siquiera logran paliar la problemática. Todo ello permite explicar parte de una realidad que lastima por su contundencia: casi el 50 % de los habitantes se encuentra bajo la línea de pobreza y el 11 % de la población económicamente activa está desocupada.
Por todo lo anterior se comprende cómo las pinturas de Antonio Berni siguen tan vigentes a casi un siglo de haberse realizado.