El Boca del 81

Fue como un cuento de hadas, un relato de superhéroes, una conjura de los dioses para quedarse con el mejor de todos.

Estaba escrito.

En 1981, Boca dio el batacazo del mercado hacia el último tramo de un verano inolvidable: después de varias idas y vueltas, tensas negociaciones y un culebrón para la comidilla mediática de la época, Diego Maradona firmaba con el club por un año y medio, hasta junio de 1982.

De todas las imágenes que componen el mosaico maradoneano de una carrera con luces y sombras, gloria y ocaso, caídas y resurrecciones, sus primeros años en el fútbol de Argentina lo encuentran habitando una versión más pura y espontánea, lejos de aquellos flashes, tentaciones y asedios que dividió a la persona (Diego) del personaje (Maradona), consecuencia lógica -en el decir de Fernando Signorini, histórico preparador físico del 10- de una coraza inevitable para resistir a las presiones.

Por aquel entonces, Maradona ya era una figura destacada que fue noticia recurrente desde su debut en la Primera División de Argentinos Juniors (octubre de 1976). Antes, medios influyentes como la revista El Gráfico y el diario Clarín se habían hecho eco de un pibe llamado a hacer historia grande, que en los entretiempos de los partidos oficiales hacía jueguitos para entretener al público y en las divisiones inferiores de su equipo de origen brillaba con los Cebollitas, un dream team amateur.

El contexto político y social de aquel momento no podían permanecer al margen. La Dictadura Cívico Militar, que tomó el poder por arrebato en marzo de 1976, vio en el fútbol un motivo de distracción para las masas populares y una estrategia de propaganda para mostrar una imagen lavada hacia el exterior.

La organización del Mundial 1978 (con sedes en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata y Mendoza; curiosamente, lugares en que se congregaban gran parte de los centros clandestinos de detención en el país) y el título obtenido por la Selección Nacional dirigida por César Luis Menotti, convirtieron a Argentina en una potencia del deporte más famoso del planeta. Esas promesas se confirmaron con triunfos posteriores, como por ejemplo el Mundial Juvenil de Japón 1979. Ese torneo, ganado de manera superlativa y magistral, hizo que los argentinos se despertaran a la madrugada para seguir los cotejos de un conjunto capitaneado por Maradona, cuya arte y destreza lo convertirían por primera vez en un ídolo nacional y celebridad de exportación, capaz de trascender fronteras.

Ya habitué de la Selección Mayor, el 10 tuvo otro año consagratorio en 1980 vistiendo la casaca de Argentinos Juniors, en que se destacaron dos partidos memorables frente al Boca del Loco Gatti, a quien le hizo goles de todos los colores: de penal, de tiro libre, de toque sutil para dejarlo quieto y sin volar, impidiéndole cualquier tipo de reacción.

River había fijado sus ojos en él luego de que años atrás se cayera el interés del Sheffield United de Inglaterra y estuviera en la órbita del Barcelona de España. Pero el propio Diego hizo una jugada maestra que involucró a Boca: al decir que quería pasar al club de la Ribera, fue imposible de retener para Argentinos Juniors, logrando así cumplir su deseo y el de toda su familia, fanática del xeneize.

Febrero fue el mes clave: el viernes 20 se firmó el contrato y el domingo 22, Maradona salía del túnel de una Bombonera repleta que estallaba como en sus mejores días. Esa tarde, con un 4-1 frente a Talleres de Córdoba (dos goles de Diego, ambos de penal) el equipo conducido por Silvio Marzolini iniciaba una campaña por siempre recordada en el corazón del hincha.

Además, el debut coincidió con el arribo de Víctor Hugo Morales al relato radial de los domingos. El nacido en Uruguay fue la apuesta fuerte de la señal El Mundo y había llegaba para competir contra la voz potente de José María Muñoz, líder de las transmisiones de Rivadavia. Su carta de presentación estuvo llena de poesía: «Diego Armando Maradona, el penal abajo, la soltó como una lágrima, la pelota se metió lentamente», fue su narración del primer gol oficial; tan sólo uno de muchos (y también memorables) que vendrían luego.

El viaje hacia la conquista del Metropolitano 1981 tuvo varias escalas que generaron un idilio indestructible entre Maradona y la gente de Boca. A su vez, le permitió probarse en un equipo grande y con urgencias; resultando así la antesala de su salto a los Mundiales y el fútbol europeo, circunstancias que permitieron cimentar la leyenda. En el xeneize no mostró lo mejor de su repertorio pero sí se destacó con creces; en todo caso, su presencia tuvo otro valor agregado: le dio notoriedad y trascendencia internacional al equipo más popular de Argentina. Ningún otro club del país es tan conocido en el mundo como el que viste azul y oro.

Maradona y Boca. Amor genuino. Desde 1981 a la eternidad. Un día como hoy de hace 40 años.


2 respuestas a “El Boca del 81

    1. Hola, Tomás. Qué gran alegría y sorpresa verte por aquí, no sabía que seguías este blog. Yo tampoco vi a Diego en el Boca del 81, pero tengo tan presente el registro de videos, revistas, anécdotas de aquella época, que es casi como si lo hubiera disfrutado en vivo. Espero que tu día a día vaya MB. Un abrazo grande. Estamos en contacto.

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