Los inicios de la filosofía en Occidente se sitúan en Grecia, hace aproximadamente 2500 años. A partir de entonces, comienza una tradición que va del mitos al logos, organiza el razonamiento en estructuras discursivas según preceptos del lenguaje para dar origen a argumentos (siguiendo, por ejemplo, la secuencia sujeto-verbo-predicado) y distingue el alma del cuerpo.
Sin embargo, los pueblos de Oriente también desarrollaron explicaciones del universo apelando a otros principios. En paralelo al movimiento que emergió en Atenas, China es la cuna de tres religiones (taoísmo, confucionismo, budismo) que, por la manera de asumirse, son susceptibles de ser consideradas sistemas filosóficos; es decir, haciendo eje en aspectos como el cultivo de la razón, la cosmología y la acción moral. Aún con diferencias entre sí, comparten rasgos vinculados a la espiritualidad, el todo y el vacío.
Un símbolo representativo del Tao es el Yin y el Yang, símbolo de los pares de dualidades entre todos los elementos que componen el cosmos.
Para ilustrar aquéllo, se puede apelar a dos leyendas japonesas:
👉 Una, «Las mil grullas»: En 1955, a 10 años de la bomba de Hiroshima, una niña llamada Sadako fue internada por leucemia a causa de la radiación. Compartió su habitación con otra pequeña, también enferma de cáncer, que le enseñó a construir grullas: había escuchado que si llegaba a mil, se le cumpliría un deseo. Sadako recorrió el hospital para juntar papel y lo intentó, incluso con restos de cajas de medicamentos. Su padre aseguró que llegó a construir 1400 grullas, pero al cabo de dos años falleció. En homenaje, sus compañeros de escuela construyeron mil, que fueron enterradas con ella. En 1958 se elevó una estatua en la misma ciudad de la tragedia, donde las personas dejan sus grullas y piden por la paz mundial.
👉 Otra, de un joven discípulo que al visitar a su viejo maestro, recibió de su parte dos cajas: una azul (para ser abierta el día más feliz de su vida) y otra roja (para hacer lo mismo, pero en la jornada más triste que atraviese). El joven se casó y cuando tuvo un bebé descubrió la caja azul; años después, perdió a su esposa e hijo en un incendio, con lo cual hizo lo propio con la caja roja. En ambas había tan sólo un pergamino que tenía escrita una palabra: Nankurunaisa, que significa algo así como «todo pasará».
Estas historias son apenas una puerta de acceso a otras formas de interpelar el universo, la vida y el interior de cada persona, confirmándose que la especie humana, más allá de razas y religiones, continúa siendo una.