Argentinidad

Siempre es complejo entender la Historia: no se trata de habitar una línea de tiempo que va hacia atrás y hacia delante; sino que también consiste en visitar los «costados». En otras palabras, el contexto.

Las fechas patrias están muy arraigadas a la trayectoria escolar. Los signos y símbolos que se imprimen en la memoria colectiva (la bandera, el himno, la escarapela) hacen su aparición en la infancia. Una vez que se concluye el ciclo, puede que una parte de la ciudadanía elija caminos que no tengan vinculación con ámbitos culturales y educativos; en ese caso, se deja de vivir tan intensa y periódicamente el patriotismo.

Hay personas que aman al país y otras que muestran distancias (por no decir desprecio). Están quienes apuestan por la nación y quienes ya están resignados. Los que aún creen y los otros, convencidos de que ya no hay más remedio.

A decir verdad, no existe un único estereotipo del argentino: somos muchos y diversos. El ser chabacano, atorrante, vivillo, corresponde a un estilo que tiene que ver con el habitante de las grandes ciudades y que -en parte- ha sido legitimado por el tango. La contrafigura es esa persona desconfiada, de pocas palabras, celosa de cuidar lo suyo: el gaucho es emblema del denominado «interior» del país. Como sucede con muchas caracterizaciones, se incurre en asuntos muy generales, superfluos y exagerados.

Comprender la Argentina es una tarea que no puede reducirse a relatos. La historia es mucho más que contar sucesos ya ocurridos. En una pretensión crítico-reflexiva y también transformadora -esto es, con vistas a una visión superadora de las adversidades-, deberían coexistir varios factores (políticos, sociales, filosóficos, culturales) que sumen al análisis y permitan explicarnos a nosotros mismos.

Ya desde el inicio está de manifiesto un conjunto de divisiones que lamentablemente han sobrevivido: en su momento, fue Bs As – Interior; unitarios-federales; ciudad-campo, y así hasta llegar a nuestros días.

¿Cómo construir una mejor sociedad?

Quizás, con mirarnos al espejo y sincerarnos.

Empezar con buenas acciones: en casa, en el barrio, en los lugares por donde estemos transitando.

Si de 45 milones de habitantes, el 30 % está en la pobreza, significa que algo hemos hecho mal.

Y si hay personas en situaciones límites, no puede haber justicia social.

El 9 de julio de 1816, los dirigentes políticos del momento eligieron Tucumán como un mensaje para pensar un país amplio y no centralizado. Declararon la Independencia y el tiempo no les ha permitido ser testigos del hito que impulsaron.

Poco más de dos siglos después: ¿somos la sociedad que ellos proyectaron?

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