La estela de Belgrano

2020 es un año especial para evocar a Manuel Belgrano, uno de los próceres fundacionales de la patria: se cumplen 250 años de su nacimiento y exactos dos siglos de su muerte.

Mucho se ha dicho en relación a él y diversas versiones de la Historia (oficial o alternativas) le destinan un merecido reconocimiento en el que se vinculan hitos significativos que llevó a cabo, ideas políticas que ha promulgado y valores humanos que supo defender hasta el final de sus días.

El origen de la nación necesitó un relato que permitiera consolidar identidad y pertenencia.

Figuras representativas como San Martín, Moreno o Belgrano, señalan un camino ejemplificador, a partir del cual pensamiento, palabra y acción son las bases de un proyecto de país emergente, en cuyas referencias podían hallarse efectos esperanzadores de dicha y dignidad.

Manuel Belgrano -de profesión abogado, estudios en Europa, religión católica, político y militar de fuste- es un personaje clave por varias razones:

  • participó de la semana clave en que la Revolución de Mayo fue el paso inicial hacia la emancipación;
  • como Jefe del Ejército, comandó sus tropas y aliados para hacer frente a los realistas, una cruzada española con ansias de no perder poder;
  • para 2016, fue uno de los promotores de la Declaración de la Independencia que se tuvo lugar en Tucumán, el día 9 de julio;
  • entre sus iniciativas, se destacan algunas que resultaron revolucionarias para la época: dar lugar a la participación de las mujeres, incluir a los sectores desfavorecidos y defender los derechos de los pueblos originarios-.

Sin embargo, a pesar de que su vida y obra están caracterizadas por muchos acontecimientos relevantes, la manera idílica y heroica de canonizarlo remite a 1812, cuando el 27 de febrero de ese año creó la bandera celeste y blanca de Argentina, izándola por primera vez en la ciudad de Rosario, a instancias del Río Paraná.

En efecto, la efeméride del 20 de junio -en homenaje al «paso a la inmortalidad» de Belgrano- es conocido como Día de la Bandera y se conmemora desde 1938.

Tal vez idealizado o maquillado por las narrativas que pusieron el acento en exaltar todas sus virtudes, no deja de resultar paradójica la presencia de Belgrano en el imaginario colectivo.

En doscientos años de historia, ningún político de primera línea pareció estar a la altura de su magnitud; en todo caso, sí es posible destacar la influencia de diversos actores que honraron su memoria: los doctores Esteban Maradona y René Favaloro; los científicos Milstein, Leloir y Houssay; las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; las personas del arte y la cultura que alientan el desarrollo de las mayorías; los maestros (rurales y urbanos) que hacen patria allí donde no parece llegar el Estado; los abogados que defienden causas honestas y reivindicativas; las fundaciones que dan comida, abrigo, trabajo desinteresadamente, y sólo con fines solidarios; todo ello, son tan sólo algunos ejemplos entre otros tantos más que se podrían mencionar.

Manuel Belgrano murió muy enfermo y en la pobreza, quizás avergonzado por ya no tener nada más que ofrecer.

Ese triste final -difícil, duro, ingrato- para alguien que pensó más allá de sí mismo y se ocupó tanto del bien común como de la justicia social, es un puñal que también atraviesa la biografía del país; porque además de hablar de su legado, también dice mucho acerca de nuestra idiosincrasia.

Foto: Ilustración de Pablo Bernasconi

MB

 

 

 

 

 

 

 

 


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