A comienzos de 1996, Eduardo Sacheri era un humilde docente de Historia que vivía en Ituzaingó y que próximo a los 30 años de edad tenía una esposa, un hijo por venir y varios cuentos en su haber.
Amante del fútbol, comenzaba a ser oyente de un programa que Radio Continental , en 1995, había propuesto para el intervalo de la actividad deportiva profesional: «Todo el verano en un día» era el envío que cada sábado conducía el periodista Alejandro Apo, quien había logrado así concretar sus deseos de vincular el fútbol con la literatura; o lo que él mismo anunciaba: el barrio con la vida.
La mujer de Sacheri lo convenció de que enviara a Continental sus cuentos. Eduardo le hizo caso y -tras unas semanas- Apo se encontraba leyendo esas historias: «Me van a tener que disculpar», «Esperándolo a Tito», «De chilena», fueron los primeros relatos que una vez por semana decoraron las tardes de la AM.
Rápidamente, los oyentes se hicieron eco de ese autor emergente, preguntando dónde podían encontrarse sus textos.
Como tantos otros, Sacheri era un entusiasta narrador que no conseguía editorial (y que -muy probablemente- tampoco haya tenido como objetivo que alguien le publique). Por tanto, Apo le tendió una mano y lo contactó con Galerna, que se mostró muy interesado en editar sus libros.
Tiempo después, Eduardo visitó ocasionalmente los estudios de Continental, invitado a ese programa que ahora tenía otro nombre, pasándose a llamar «Todo con afecto», legendario ciclo que estuvo casi dos décadas al aire y sumaba voces de reconocidos jugadores, entrenadores, periodistas, actores, músicos, escritores y demás personalidades de la cultura que le rendían tributo a la pelota.
Al cabo de unos años, Juan José Campanella -director de cine y con una obra importante en su haber como la realización de El hijo de la novia en 2001- se encontraba de vacaciones cuando decidió ingresar a una librería y dio con un título que llamó su atención: La pregunta de sus ojos, una novela situada en la Argentina de los 70, con un crimen por resolver, un oficial retirado, varias sospechas latentes y la deuda pendiente de un amor no confesado. ¿El autor? Sí, Eduardo Sacheri.
Cuentan que Campanella lo contactó para el proyecto, que Sacheri cedió los derechos y ayudó a escribir el guión en conjunto.
La nueva película del cine argentino permitió algunos hitos que cambiaron la trayectoria de los involucrados: A Darín le confirmó su presencia en el bronce actoral de la nación; quitó del lugar común de humorista picaresco a un Guillermo Francella dispuesto a mostrarse en todo el esplendor de un extraordinario comediante dramático, con una actuación consagratoria en la que se descubrió como un talento mucho más completo del ya reconocido por el medio; también, le dio otro aura a Soledad Villamil, segura en un rol misterioso con gran énfasis en los silencios; y tuvo a Pablo Rago en un desempeño que contrastó con los papeles de rebeldía juvenil a los que comúnmente estuvo asociado en su carrera.
Campanella amplió el espectro de sus proyectos y a Sacheri le dio tranquilidad para no vivir solamente de la docencia (sus libros siguen siendo inspiración para la pantalla grande). Por su parte, Apo continuó leyendo cuentos en otras emisoras y nunca abandona su máxima pasión.
En 2009 fue el estreno y estallaron las boleterías.
Pero el gran impacto llegaría meses después.
Hace poco más de una década, el 7 de marzo de 2010, El Secreto de sus Ojos se convertiría en la segunda realización argentina en obtener el Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera (sucediendo al gran logro de La Historia Oficial, que se llevó el mismo galardón en 1986).
Esta aventura, digna de ser contada, proyectó internacionalmente al cine local, permitiendo que nuevas producciones emergieran y se abrieran las puertas para que usos y costumbres, heridas y virtudes propias, fueran conocidos en el mundo.
Aplauso, medalla y beso por este tipo de historias que nos alegran la vida.