Golpe de Estado

Independientemente de los cuestionamientos que haya sobre su proceso electoral, lo de Bolivia es golpe de Estado.

El mandato del presidente constitucional Evo Morales culminaba en enero próximo; su renuncia -inducida y/o forzada- es consecuencia de la avanzada de la derecha neoliberal e imperialista, que con sus punteros Masa y Camacho aprovecha la tensa coyuntura latinoamericana para terminar con el socialismo como factor de resistencia.

Evo Morales -de origen indígena, activista y sindicalista- gobernaba desde principios de 2006.

Durante su gestión, hubo crecimiento económico y redistribución de la riqueza, viéndose empoderados sectores de la población históricamente excluidos.

Aun así, dentro del mismo país también suceden controversias e intereses encontrados.

En todo caso, les cabe a los populismos o ideologías de izquierda cuestionarse qué es lo que sucede cuando concentran el poder personalista durante tanto tiempo.

Esa combinación -gobiernos extensos y liderazgos unipersonales- parece generar un desgaste en sociedades que apuestan a un cambio que no necesariamente apela a mejoras condiciones de vida.

Lo preocupante es el peligro de volver a escribir una historia que parecía haber sido condenada al olvido.

Las Fuerzas Armadas cuentan con el apoyo de las grandes potencias (EE.UU, principalmente) y los principales grupos económicos, los cuales nunca van dudar de poder ganar posiciones para ejercer su hegemonía.

En nombre de una funcional noción de democracia -calificar a Morales de dictador y presentarse como los garantes de la restauración de un orden perdido-, los uniformados copan las calles sabiendo que si pudieron con Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil en 2016 y Bolivia en este año, entonces tendrán el camino allanado para el retorno de las dictaduras militares.

Todo golpe de Estado debe ser condenado.

Ningún agente externo -ni el FMI, ni el Banco Mundial– puede ir contra la voluntad soberana.

Ante una situación tan delicada es necesario el repudio internacional; al menos, de los pueblos de la Región.

Cinco siglos después hay algo que lamentablemente sigue siendo igual.

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