José Luis Brown tenía 62 años.
Su nombre es uno de los 43 Campeones del Mundo que tiene nuestro fútbol.
Además, en la final que Argentina disputó vs Alemania en México 86, anotó el primer gol de un partido vibrante que terminó 3-2 a favor del Seleccionado Nacional, dándole así lustre eterno a una consagración inolvidable.
La alegría regó de gloria a un país que trataba de salir de las sombras más oscuras mientras se encontraba viviendo la democrática primavera alfonsinista.
Tata simbolizó como pocos lo que comúnmente es considerado el ADN Pincha (la famosa mística): nacido futbolísticamente en Estudiantes de La Plata, construyó una carrera laboriosa, comprometida, inteligente y austera.
Jugaba como defensa central y era un desempleado que no tenía club al momento de disputarse el Mundial 1986: Carlos Salvador Bilardo -DT polémico y sumamente cuestionado antes de la competencia- confió ciegamente en él. La fidelidad fue mutua. Lo había llevado a la Primera División de Estudiantes en 1974, cuando tenía 17 años, y le encomendó la difícil misión de reemplazar -de emergencia- a un valuarte como Daniel Passarella.
En un sistema táctico novedoso para la época, Brown conocía los secretos del puesto: ser líbero consistía en ocupar una posición suelta detrás de los stoppers (marcadores que seguían por todo el campo de juego a los atacantes rivales); requería rápidez, timming y anticipación, además de buen juego aéreo.
Aparte de los flashes que se posaron sobre el aura de Diego Maradona -figura estelar de aquella Copa-, Tata fue un tipo querido por sus valores y el compromiso de equipo, algo que también -en el sentimiento popular- es destacado en otros futbolistas de aquella Selección, como el Vasco Olarticoechea y el Negro Enrique; acaso, los héroes del silencio que dieron forma a un sueño colectivo.
Tata Brown se lesionó el hombro en la final y -sin embargo- continuó en la cancha. Con valentía y dignidad, mordió su casaca y posó un dedo en la rotura provocada. De esa manera, fijó su brazo derecho pudiendo aguantar hasta el último suspiro.
Ese gesto -que en el fútbol superprofesional y deshumanizado de hoy ya no es habitual- representa la vocación del deportista amateur.
(El 12.08.19, Tata falleció por una enfermedad / QEPD Tata).