Antes que una obligación y una responsabilidad, votar es un derecho.
Constituye el reconocimiento que se tiene como ciudadano; la oportunidad de participar, elegir, opinar.
🔶 Desde 1983 -año del retorno de la democracia– nuestro país lo ejerce de manera ininterrumpida;
🔶 a partir 1947 se implementó el voto femenino;
🔶 en dictaduras no existieron estas garantías;
🔶 y al parecer, en momentos de crisis institucionales como las de 2001, la población -como nunca- le dio la espalda a la política, decepcionada por los descalabros de la clase dirigente.
De una década a esta parte, Argentina retomó con vital impulso su histórica tradición de polarizar las ideas y las acciones: de un lado y otro, sin tercera vía que haga fuerza.
Potenciada por los medios masivos de comunicación, la disputa es cada vez más personal, feroz y cruel; con procederes inescrupulosos por parte de los bandos hegemónicos.
Sin embargo, debemos hacernos cargo.
También hay una responsabilidad que nos atañe.
Tenemos los políticos que merecemos como sociedad.
No existen candidatos mágicos que den soluciones inmediatas a problemas que vienen de larga data (salud, seguridad, educación, pobreza, desempleo, etc.).
La clase dirigente no suele ser buena e inocente; lamentablemente, para sobrevivir al medio se debe entender el juego de la política: tensiones, conflictos, alianzas, conveniencias, oportunismos.
El clietelismo y las mentiras son más viejos que la política.
El egoísmo, también.
Entre lo que hay, elegir.
Dejar la queja a un lado.
Hacer.
Construir.
Animar.
No hay que votar a una persona sino a un proyecto, que con fortalezas o debilidades, es un proyecto al fin; y en esa decisión, tratar de entender cuál es la propuesta más viable para el bien común y de las mayorías.
Desde hace unos años está clarísimo cuáles son los dos modelos de país que se ponen en juego.
Es una elección fácil, con sectores muy reconocibles.
Resulta imposible que te pierdas o intentes abrir la puerta equivocada.
Pero eso sí: si toca ganar o perder, las elecciones no son el final de un camino sino más bien el principio.
Querer una sociedad mejor es trabajar todos los días para que ello suceda.
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