Un 25 de junio de 1984 -a los 57 años de edad- fallecía Michel Foucault, filósofo francés de corte estructuralista y autor influyente del mundo contemporáneo.
Hijo de médicos y de clase acomodada, supo acercarse a los sectores marginales de la sociedad para desde allí edificar una obra que lo ha convertido en intelectual referencial del siglo XX.
En su biografía, la identidad sexual que descubre a temprana edad es clave para comprender los sentidos y las significaciones de su filosofía: la propia condición homosexual resulta el punto de partida para cuestionar el concepto de normalización, en cuyo campo semántico aparecen representaciones asociadas a la vigilancia, el castigo, el control, el poder y el cuerpo.
Foucault afirma que los sectores dominantes instalan verdades que surgen por consensos, los cuales crean ilusiones de saber y conocimiento que rápidamente se expanden y empiezan a circular en formas de dispositivos de poder.
Las cárceles, los hospitales y las escuelas, funcionan como instituciones coercitivas que favorecen el control y el sometimiento, generando reacciones -muchas veces con violencia– que aparecen como respuestas emergentes a los poderes hegemónicos.
En su conjunto, la sociedad replica estas estrategias que reprimen las conductas impactando en la sujeción de los cuerpos.
Siempre que hay poder, hay resistencia.
Las ideas de Foucault, 35 años después, siguen teniendo vigencia en un universo en el que las subjetividades entregaron su poder al imperio de las tecnologías de la información y al deseo de ejercer autonomías sin impedimentos.
La libertad.
La mirada de los otros.
La auto-regulación.
Las frustraciones.
La alienación.
Todo eso y mucho más dan cuenta de un filósofo que rompe esquemas y sale al encuentro de diversas disciplinas: la psicología, la economía, la antropología, la medicina, la biología, la política y la sociología, entre otras, se siguen valiendo de sus aportes para interpretar las complejidades de un sujeto-sujetado en permanente cambio.