Hace 43 años empezaba la noche más oscura, ésa que -parodiando a Platón– situaba como prisionera a gran parte de una población esclava y maniatada con cepos y cadenas, sin poder moverse y condenada a mirar en una pared la proyección de imágenes ilusorias, las cuales se sucedían gracias a unos titireteros que -valiéndose del fuego con el que iban a quemar- inventaban realidades con intencionalidad de mentir, dañar, secuestrar, matar, desaparecer.
Fueron casi ocho años de atrocidades: una manera de gobernar totalitaria, que formó parte de un plan organizado y sistematizado.
Nada quedó librado al azar.
La Dictadura Cívico Militar contó con laa complicidades de los sectores más poderosos de la sociedad, el empresariado y los medios hegemónicos de comunicación. Esos ámbitos hoy guardan un silencio sepulcral, el último pacto antes de la disolución total y el desprestigio social.
La Memoria no solamente es recordar a 30 mil desaparecidos (sí, son 30 mil), abrazarse a la causa «Nunca Más» y reclamar eternamente por la Verdad y la Justicia; es, también, reconocer lo que aún tenemos pendiente como sociedad en contextos en los cuales siguen desapareciendo forzadamente personas, los genocidas caminan tranquilamente por las calles o cumplen la domiciliaria en sus hogares, y quedan nietos por recuperar.
No debemos olvidar a nadie: a los héroes de Malvinas a quienes mandaron a morir ni a los seiscientos restos de personas que el equipo nacional de Antropología Forense busca identificar.
43 años después, aquí estamos.
Tratando de hacer pie frente a esa realidad social que golpea, lastima, mata y entristece.
Con la convicción de que en cada lucha que reivindique a los derechos humanos hay también una certeza: el movimiento emancipador de esos cautivos que en la búsqueda del sol, la libertad y la verdad, logran finalmente salir de la caverna sin olvidar todo lo que allí hubo pasado.
Foto: Archivo Personal (Plaza San Martín, La Plata, Argentina)