Independientemente de las ideologías -con sus adhesiones y rechazos-, el feminismo es un fenómeno digno de ser analizado por el hecho de que representa a un importante sector de la sociedad y porque además pone en juego asuntos tales como la política, el poder, los derechos y la sexualidad.
La ciudad de Trelew (provincia de Chubut) fue sede de la 33ra edición del Encuentro Nacional de Mujeres, un evento que nació en 1986 con la misión de visibilizar la realidad de las mujeres, y que año a año multiplica exponencialmente los índices de concurrencia.
La masividad del encuentro permite advertir que paulatinamente se están poniendo en duda paradigmas por mucho tiempo estandarizados y que mantuvieron el status quo de una comunidad que no tenía el hábito de interpelarse a sí misma. Como resultado, subyacen en la superficie realidades que permiten visibilizar situaciones vinculadas a la exclusión, la explotación, la violencia y la muerte, que históricamente convirtieron a la mujer en víctima de un sistema de valores instalados, lo cual -inevitablemente, en la era de las manifestaciones- alguna vez iba a ser cuestionado.
Es importante destacar que esta Argentina -muchas veces vituperada por su tendencia a la autodestrucción y el abandono- también está en la vanguardia respecto de los movimientos populares: somos un país de avanzada en lo que respecta a la lucha social y colectiva; para muestra, distintas agrupaciones alzan la bandera en defensa de sus derechos, logrando en muchas ocasiones tanto el triunfo de las mayorías como el reconocimiento de las minorías.
¿Se trata de una fortaleza de la democracia?
Sí en tanto permite la pluralidad de voces, el debate, la búsqueda sostenida de la igualdad de derechos.
De todos modos, existe otro punto que amerita ser tenido en cuenta: ¿Qué sucede con los sectores que no están representados por el movimiento feminista? ¿Cuál debería ser la actitud de los miembros de una misma sociedad ante la disidencia que separa? ¿Cómo podría evitarse la grieta -otra más- que quiebra la unidad del cuerpo social distinguiendo a los unos de los otros, haciendo así surgir repudiables episodios de violencia?
Como todo fenómeno que cosecha cada vez más adhesiones, el feminismo también se enfrenta al desafío y al compromiso de sostener su lucha con procederes que no reproduzcan lo que al mismo tiempo les genera ofensa. Debe comprender que hay gente que opina distinto, teniendo otros valores que de ninguna manera serían capaces de adherir a la causa (lo cual no necesariamente los convierte en una fuerza enemiga); y estos sectores disidentes también tienen la obligación moral de no estigmatizar ni discriminar tendencias que expresan libertades por otras vías o creencias.
¿Significa lo anterior caer en un relativismo ético?
Como siempre en estos casos, el asunto tiene que ver en dónde se posa la mirada.
Mientras algunos pueden ver relativismo, otros dirán pluralidad anti-hegemónica.
No es algo propio del feminismo salir a quemar las Iglesias, sino una cuestión más de índole sociológico: ¿cuántas agrupaciones incurren en desmanes cuando quieren imponer su voluntad?
El feminismo es más que un pañuelo y no debería constituir una amenaza para quienes se niegan a ir detrás de la ola verde.
Se trata de una oportunidad.
Del fin de la inocencia.
El principio o consolidación de un cambio cultural: para algunos, necesario; para otros, inevitable; para el resto, un retroceso.
Es un momento histórico que viene a denunciar que la sociedad en su conjunto -abrazando aquí al universo de ideologías- todavía debe crecer en cuanto a la legitimación e igualdad de derechos que, en tanto estén ausentes, marginan y discriminan a quienes buscan la manera de pertenecer como instinto de supervivencia.
Foto: Encuentro de Mujeres (Sitio Oficial)