Culturalmente, la primavera es la estación vinculada al amor y la juventud.
Pero también, a la dignidad de ser estudiante, de crecer en un ambiente que permita condiciones indispensables de realización y proyección.
No todo tiempo pasado fue mejor ni toda generación actual está perdida.
Es cierto que vivimos en una sociedad que está dañada y dolorida, que en ocasiones manifiesta su bronca y dolor a partir de injustificados episodios de violencia.
Pero de ninguna manera es menos cierto que nuestro propio país se pone de pie a partir de otro tipo de lindas noticias.
Jóvenes ocupados en transformar y mejorar la sociedad en la que viven, que no solamente conocen sus derechos sino que también se vuelven comprometidos activistas a la hora de difundirlos.
Que participan de marchas y movilizaciones, que ayudan a quienes lo necesitan, que favorecen oportunidades de encuentros emancipadores.
Resulta admirable encontrarse con personas que dejaron la adolescencia y actualmente cultivan sus deseos de estudiar en el Nivel Superior, soñando con ser profesionales que el día de mañana aporten soluciones a la comunidad.
Ahí, en esos sentimientos, anida la flor que crece y se renueva, brindando esa tan linda locura de creer tanto en la imaginación como en la utopía.
Foto: Archivo Personal