El cuerpo

Ayer, una amiga instaló una pregunta que viene haciendo ruido en ella a partir de unas clases de Antropología de la Educación de nivel universitario: «¿´Somos´ cuerpo o ´tenemos´ cuerpo?».

Investigando más sobre el asunto, recordé unos primeros textos del maestro Adolfo Carpio (autor de «Principios de Filosofía», siendo pionero en esto de hacer libros de divulgación para sus clases universitarias; e injustamente criticado por diversas voces que han pensado -o están a favor de- versiones más amplias y superadores que sus propios aportes, los cuales -claro está- merecen destacarse: muchos de nosotros hemos transitado los primeros años de la carrera leyendo sus textos y aprendiendo de ellos porque intentaban ayudarnos a comprender ideas complejas): allí, en algunas de sus páginas, se detalla un ejemplo que podría traerse a colación.

Pensemos todos juntos en una mesa.

Describámosla.

¿Qué debe tener una mesa para ser mesa?

Al menos, cuatro patas.

También, una superficie que se pose por encima de ellas y de forma horizontal, paralela al suelo y perpendicular a las patas mencionadas.

Gnoseológicamente hablando, no caben dudas: todos sabemos cuando estamos ante una mesa.

Ahora bien.

Traslademos ese ejemplo a un cuerpo humano.

¿Qué debe tener un cuerpo para ser cuerpo?

Además de determinada fisonomía (el cráneo en la parte superior y los pies en la inferior), extremidades (brazos, piernas) y órganos (corazón, pulmones, riñones, entre otros), intervienen otros componentes.

Aun así, solemos encontrarnos ante personas que por diversas razones no tienen un cuerpo completo desde el punto de vista en que lo estudia la anatomía: sin piernas ni brazos, hasta sin un riñón o un pulmón, es posible identificar a un cuerpo.

Extendamos esas carencias a los cinco sentidos:

¿Se puede vivir sin la vista?

¿Sin el olfato, el gusto y la audición?

También.

¿Y que pasa con el tacto?

Bueno, una persona sin tacto no significa que esté muerta; puede ser que padezca alguna parálisis que le impida entrar en contacto con otros cuerpos o al menos percibirlos de algún modo.

Entonces, volviendo a la pregunta principal: ¿somos cuerpo o tenemos cuerpo?

SOMOS cuerpo en tanto -como especie– estamos dotados de una determinada forma que pone en acto al organismo; ello se da, por ejemplo, desde las acciones propias del cerebro (centro de las emociones, el aprendizaje y la memoria, entre muchas funciones más).

Y TENEMOS cuerpo cuando, en el peor de los casos, solamente funcionen los órganos vitales desde el epicentro del corazón y la respiración.

Al menos, se propone esta respuesta pero no es la única.

Porque si hablamos de conciencia, entre en juego el concepto de alma; y por consiguiente, la distinción de ella con el cuerpo, eje central del debate que se da a partir de la modernidad y que sienta las bases de la ciencia tal como la conocemos hoy en día (como conocimiento racional, metódico, sistemático y sometido a prueba, como rasgos salientes para identificarla).

«Pienso, luego existo» dijo Descartes. ¿Qué quiso enseñar? Que para pensar, es necesario ser; y se piensa mediante un cuerpo. Sin embargo, hay personas que no pueden pensar (porque tienen muerte cerebral) pero -aun así- siguen siendo.

Pensar que somos cuerpo puede implicar la consideración de que la única vida que exista es esta que se da aquí y ahora, en el «más acá», prescindiendo de cualquier otro tipo de manifestación posterior al deceso físico. «Somos» como sinónimo de estar, tal como se traduce en varias lenguas modernas.

En cambio, asumir que «tenemos» cuerpo abre la chance de entender una vida -la de cada ser humano- que se transita por medio de órganos y extremidades, pero que en caso de prescindir de ellos, podría llegar a extenderse en otras dimensiones; entre ellas, la espiritual.

Si somos cuerpo, el aborto podría no ser asesinato y el suicidio -por caso- acabaría de manera unívoca con la existencia de la persona (porque para suicidarse, se debe tener aunque sea mínima conciencia del acto a ejecutar: implica una voluntad).

Es interesante destacar aquí los términos de potencia y acto que describe Aristóteles: potencia es lo que puede llegar a ser (la harina está en potencia de ser torta; el feto está en potencia de ser persona, pero hasta ese punto no lo son) y acto es «lo que está siendo» (el árbol es árbol, la persona ya es persona).

Si tenemos cuerpo, entonces, es posible entender de otras maneras las teorías referidas al género: un órgano sexual no sería condición para determinar una o más identidades.

En conclusión, el ser implica tener o no tener (si soy, tengo o no tengo) pero no al revés: no puedo tener si no soy al menos algo.

De todos modos, el tema es amplio y súper controversial.

Hasta aquí, tan sólo un intento de aproximación que promete futuras reformulaciones.

Foto: http://www.lavoz.com.ar

Cuerpos

 

 

 

 

 

 


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