No hay dudas.
Ya no.
Las marchas son cada vez más multitudinarias, sumándose a ellas colectivos de derechos humanos y activistas que alzan una bandera con orgullo y convicción, sabiendo que visibilizar la causa es la conquista irrenunciable, un grito que lejos está de permanecer en el desierto.
La última Dictadura Militar (1976-1983) fue un genocidio.
30 mil desaparecidos aunque algunos sectores lo nieguen y hablen de que son muchos menos, como si ello redujera el impacto de la atrocidad: así hubiera sido uno, el terrorismo de Estado existió igual y en cualquiera de sus formas es imperdonable.
Violencia en las calles y otros rincones por pensar distinto.
Represión.
Bebés apropiados.
Toda una logística puesta al servicio de un plan sistematizado y estratégico que funcionó gracias al apoyo de grupos económicos capaces de mandar a derramar sangre con tal de acrecentar riqueza y más poder.
Hay un vacío en la historia argentina.
Que habla de ausencias.
Muertes.
Derechos vulnerados.
Persecuciones.
Tales realidades se llenan de un compromiso vivo, que año a año va cosechando adhesiones en una movilización que desde lo político y social se extiende al ámbito del arte, la educación, la ciencia, la cultura.
El repudio es masivo.
En el país de la grieta, atravesado por discusiones en la que se ha perdido el valor de objetivar cualquier discurso y acción, el consenso es notorio.
La máxima del Nunca Más es generalizada, derrotando a las falacias de quienes todavía defienden sin consistencia la teoría de los dos demonios, mientras algunos represores acceden al beneficio de la libertad cuando deberían estar para siempre tras las rejas.
Porque violaron.
Asesinaron.
Abusaron.
Torturaron.
Ocultaron los cuerpos para no hacerse cargo y quedar impunes.
Pero no hay mentira que dure cien años.
Lo cierto es que queda mucho a realizar.
Que la memoria es un necesario ejercicio en honor a la verdad y la justicia.
El 24 de marzo es la efeméride que más nos une como sociedad, porque no solamente se hace referencia al pasado, sino también a la actualidad, en la que muchas personas padecen reveses, injusticias, atrocidades; y en que tantas otras continúan desapareciendo.
Sin nada que festejar, el desafío pasa por crecer en una identidad solidaria, justa e igualitaria que nos devuelva una condición que jamás debió ser arrebatada: la dignidad.
Foto: Archivo Personal (Plaza San Martín, La Plata, 23-03-18)