A la memoria de ellos
y de sus familias;
agradeciendo siempre
el testimonio de amistad.
Fue un segundo.
Instante fatal.
El tiempo necesario para que las coordenadas de situación y de momento coincidieran en un desenlace que no admite retornos.
La triste certeza de que la vida pasa demasiado rápido y que una fugaz distracción te deja afuera del mundo.
Ocurrió un 16 de marzo.
2008.
Bahía Blanca.
Último fin de semana antes de que comenzaran las clases en la Universidad Nacional del Sur (UNS).
Muchos jóvenes divirtiéndose para despedir el preciado recreo de las vacaciones.
Y una pareja de novios siendo feliz en esa etapa existencial en que las ideas y los actos parecieran invictos de reveses.
Ella, María de los Ángeles Mellado. 25 años. Oriunda de Villa Regina (Río Negro). Estudiante de Filosofía. Muy próxima a recibirse.
Él, Lucas Ramoscelli. 24 años. Nativo del lugar y dueño de un montón de ilusiones a las que trataba de dar forma mientras estudiaba Letras.
Ambos, fanáticos del rock, las aventuras, las amistades y la intensidad de un suspiro a puro vértigo.
Queribles.
Carismáticos.
Auténticos.
De alguna manera, simples y sencillos, sin misterios.
En esa espontaneidad desprejuiciada creyeron que estaban a salvo de peligros y cruzaron la calle sin medir las consecuencias.
Madrugada de luces artificiales cuya luna alumbró el impacto del autómovil que por una de las avenidas principales arrasó -a toda velocidad– con ellos.
Sus cuerpos se vieron sacudidos para caer metros adelante.
Una multitud que se acercó para ver qué sucedía, para ayudar cómo podía.
La ambulancia.
La policía.
Los gritos de desesperación.
Y en el camino al hospital, las dudas quedaron disipadas.
La muerte nos golpeaba a todos.
Ambos habían fallecido.
Como tantos otros antes.
Como tantos otros después.
Como esas circunstancias que te hacen resignarte ante el destino (¿realmente tenía que pasar, estaba escrito?).
Y cerrás los ojos.
No ves más.
Hacés esfuerzos.
Pero son inútiles.
Según el sitio de la Asociación Civil Luchemos por la vida, en nuestro país murieron 8205 personas por accidentes de tránsito -a razón de 22 por día y de 683 por mes- en ese 2008 en que perdieron la vida Lucas y María.
Los últimos informes datan de 2007 y el número se reduce a 7213 -20 por día, 600 por mes-.
Sin embargo, siguen siendo muchos.
Porque aunque fuera nada más que una, vale decir que esa persona ya no está.
Que nunca volverá a transitar por esta vida que por lo pronto es una sola.
Lucas y María movilizaron una causa que también sumó a la Universidad: agrupaciones estudiantiles, colectivos de derechos humanos.
Como en tantos otros casos, la fuerza colectiva pidió Justicia.
Por esas mismas calles donde dijeron adiós, miles de personas hicieron marchas con pancartas y reclamos.
Hubo jornadas de concientización.
Y luego el juicio final del año 2010.
No el divino, sino el que sienta jurisprudencia.
Una condena que puso en juego la habilidad y destreza de los abogados de ambas partes.
La vida siguió.
Desde aquel entonces, en un mural llevado a cabo por el artista patagónico Chelo Candia, Lucas y María iluminan una de las paredes del edificio de Humanidades de la UNS.
10 años después, siguen mirándonos desde allí.
Inmutables.
Resistiendo al paso del tiempo.
Eternizando una juventud que jamás llegará a envejecer.
Foto: http://www.chelocandia.blogspot.com.ar
Hola. Fui amigo de la infancia de Lucas. Hoy leí lo que escribiste. Un abrazo a la familia de Lucas
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Muchas gracias por tu comentario. Justamente ayer, 16 de marzo, se cumplieron 12 años. Me comuniqué con Cecilia, hermana de María, y amiga desde aquel entonces. Que andes bien.
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Hola, Toto. Perdón por la demora en responder; hace unos meses pude ver tu comentario y no pude escribir algo en su momento. Gracias por esto que comentás. Yo no estoy más por Bahía Blanca, pero sí tengo comunicación con la familia de María. Ojalá que la familia de Lucas pueda leer este texto. Abrazo grande.
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