La maternidad como mandato social

La primera premisa consiste en afirmar que ninguna revolución es pacífica ni fácil; tampoco está exenta de polémicas y de resistencias. No se trata de un juicio de valor, sino de una caracterización que cuenta con numerosos ejemplos a lo largo de la historia, testigo de constantes movilizaciones que ponen en juego luchas e intereses diversos.

La sexualidad está en discusión desde los roles que ocupan hombres y mujeres; y de esa problemática se derivan otras tantas más que articulan cuestiones relativas al género, la violencia, el feminismo, etc.

Desde hace un tiempo a esta parte, cobran especial relevancia los avances en términos de conquistas sociales llevado a cabo por grupos de colectivos de mujeres que empiezan a cuestionar legítimamente las bases de un legado cultural que siempre ubicó al hombre en un lugar de superioridad: pensemos en cualidades como la fuerza (guerreros en combate, heroísmo) y la inteligencia (por ejemplo, avances en la filosofía y la ciencia). ¿Por qué, salvando muy contadas excepciones, los relatos privilegian el protagonismo de los hombres?

Evidentemente, existen construcciones sociales mediadas por costumbres y creencias, arraigadas desde antaño y sostenidas por prácticas que no solamente avalan dichas concepciones sino que también las instalan con intenciones de proyectarlas sistemáticamente.

A tal efecto, se citan algunos ejemplos bien concretos: los niños juegan con soldaditos de plomo, patean una pelota, se entretienen con objetos asociados a la virilidad (el martillo, las pistolas, los autitos) y visten de celeste (¿cómo el overol de los obreros?); mientras tanto, las niñas reciben como regalos muñecas y bebotas, juegan a ser cocineras y cada tanto reciben un set de maquillaje (pintarse para ser más lindas impone la pregunta de si la belleza es sólo asunto que alude a la femineidad), además de ser identificadas con el color rosa.

No se trata de casos aislados o descontextualizados; sino la recurrencia de los imperativos culturales que en occidente –capitalismo mediante- idealizó el estereotipo de la familia tradicional, compuesta por el hombre trabajador y la mujer ama de casa.

En esta misma línea interpretativa, conviene dirigir la atención al cortometraje irlandés How was your day? (Damien O´Donnel, 2015) que ubica en escena las circunstancias de una mujer ante el suceso de la maternidad: sin decidir sobre su cuerpo, aparece sometida a mantener una vida no elegida en la que tampoco da lugar a sus deseos porque debe hacerse cargo de las presiones ajenas (una pareja que espera con ansias ser padre; un grupo de amigos que festejan pomposamente el cumpleaños de un recién nacido; un guardia con mirada adusta que rescata a su hija abandonada a orillas del mar para devolvérsela a su dueña).

Podría pensarse que la protagonista es mamá pero no madre, tiene rechazo a una hija en situación de discapacidad, y -como adulta- es dueña de un sufrimiento que nadie advierte ni se le permite expresar; volviéndose así víctima de una sociedad hipócrita que obliga a un ideal de amor sin reparar en que los mandatos también son una forma de violencia. Aun así, es importante, urgente y necesario, destacar la aceptación que finalmente tiene en relación a su hija, acaso la única persona que le ofrece un genuino sentimiento de empatía despojado de otras intencionalidades.

El cortometraje nos invita a pensar en los valores hegemónicos y la imposibilidad de sostenerlos; visibilizando realidades que alienan a las mujeres al punto tal de también cosificarlas.

¿Qué son los cuerpos?

¿Cómo se construyen las identidades?

¿Cuáles son los significados de la libertad?

Es agresivo considerar que una mujer se realiza siendo madre y pretender que como tal se subordine a una funcionalidad como si respondiera a la maquinaria de un organismo que nunca debe dejar de funcionar.

¿Por qué no pensar -mejor- que la mujer se realiza en tanto exista una igualdad de género, tenga autonomía para decidir y mucho más para desear?

¿Cuál sería el riesgo social de extender la primacía de condiciones más equitativas: acaso el hombre entraría en conflicto con su poder, su masculinidad o su escala de valores?

¿Qué motivos llevan a que se condene socialmente a una mujer por sus intenciones de de negarse a la maternidad, pero no existan similares cuestionamientos a quienes presionan para que lo que debe ser una libre elección se convierta en un mandato ineludible?

Estamos ante una problemática compleja en la que nada es un detalle.

Hay un camino que se empieza a trazar desde los soldaditos y las muñecas, continúa con los roles estereotipados y termina derivando no solamente en la violencia y el maltrato (la mujer objeto, los femicidios, la explotación sexual, el delito organizado) sino también en la infelicidad y la humillación.

Todos esos aspectos reducen a una mínima expresión el rol de la mujer, que para ser tenida en cuenta debe priorizar la satisfacción de los deseos del entorno antes que los propios, manteniendo así un status quo en nombre de un orden cada vez más al borde del derrumbe.

Foto: http://www.shortoftheweek.com

howwasday

 

 

 

 

 

 


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