Casi todos los viernes, un ciudadano de La Plata -docente, casado, con hijos pequeños; únicos datos que concede sin revelar su identidad- visita el Hospital de Niños Sor María Ludovica a los únicos fines de brindar solidaridad para pacientes que se debaten entre el dolor, la muerte y la soledad, por las carencias de un Estado que no logra satisfacer a pleno todas las demandas que existen en el campo de la salud.
La iniciativa surgió un día que quedará grabado en la memoria de todos los platenses: el fatídico 2 de abril de 2013, momento en que la inundación más importante de la historia de la ciudad se llevó no solamente vidas, sino también la confianza de un pueblo devastado, que desde aquel entonces mira con recelo y preocupación a los sectores dirigentes, temerosos de que nuevas y posibles tragedias no puedan evitarse.
Esa tarde, previo al temporal, un buen hombre se presentó en la institución anunciándose como «amigo de Batman». Habló con las monjas del lugar y al rato ingresó vestido del mítico superhéroe, llevando hojas, lápices de colores, caramelos y alimentos.
Desde aquel día, su presencia es habitual, generando la admiración y perplejidad de los internos (todos ellos, niños) así como también de los adultos.
Más allá de empezar a ser noticia en los grandes medios locales, nacionales e internacionales, el Batman solidario no busca fama ni dinero; le incomoda mucho la exposición, aunque mucho más la indiferencia de la gente para causas justas como el hecho de apoyar un hospital.
Gracias al personaje, lo han convocado a participar de partidos políticos o espacios de poder. Así como lo llamaron, su respuesta fue la misma: un no rotundo.
Una de sus indignaciones tiene que ver con la idiosincrasia de una sociedad que cree más en un personaje que en una persona común. Sin el traje, jura que jamás habría conseguido varias donaciones que diversos actores de la comunidad han acercado; y que él, en un sitio de Internet que tiene, da cuenta para que se sepan los destinos de la ayuda desinteresada que recibe para llevar al hospital.
Su rostro oculto contrasta con el de su transparencia ética a la hora de conducir su vida.
Anhela un mundo mejor, se emociona hasta las lágrimas, camina a pasos acelerados llevando una sonrisa a niños que lo esperan; hace chistes y chicanas, va con el paraguas protector de las hermanas y enfermeros que, además de creer en él, lo valoran, quieren y respetan.
El Batman solidario sueña con algún día sacarse el traje y decir quién es, para así pasarle la posta a otro aventurero que haga de la justicia social una irrenunciable máxima.
Con amor y entereza, el mensaje ha de ser que la vida aún puede regalar momentos tan mágicos y reales como el hecho de ver y abrazar a ese verdadero superhéroe que está alojado allí, en la preservación de un anonimato cuya única intención es construir puentes de solidaridad.
Foto: Archivo personal.