En un libro titulado Ante el dolor de los demás, la intelectual norteamericana Susan Sontag reflexiona sobre el uso y abuso de las fotografías en un mundo en que las guerras, las miserias y la devastación, se han vuelto lugares comunes que delatan los peores rostros de la humanidad.
Es así.
La sociedad posmoderna se ha acostumbrado a convivir con llantos, frustraciones, caídas e infinitas tristezas; escenarios difíciles de sobrellevar ante la avalancha de demandas en que el valor de la posesión se impone sobre la voluntad de existir. En otras palabras, tener parece más importante que ser.
Lo ajeno ya no es extraño sino cotidiano; y no es noticia que en nuestro país se encienda la alarma por incrementarse los índices de pobreza. Según estadísticas legitimadas, casi la mitad de los niños y adolescentes argentinos están afectados por esta situación.
Sin embargo, lo que no puede el Estado lo intentan lograr diversas asociaciones reunidas en virtud de una causa mayor: ayudar a los que más necesitan.
Entonces, Juan Carr y el compromiso de Red Solidaria.
Nancy Maldonado y las voluntades.
Manuel Lozano y la Fundación Sí.
Todos ellos, entre otros, saliendo al rescate de personas en situación de calle, acompañándolos para darles abrigo y contención, comida, confianza, afecto y amistad.
Resultan admirables estos grupos que desinteresadamente colaboran por vocación y convicción desde una experiencia colectiva, sin esperar nada a cambio, sólo la satisfacción de poder abrazar al otro que también tiene derechos y es parte de la patria como cualquier ciudadano de este suelo.
Dar la vida desde la profesión u ocupación, mirar a los ojos, contemplar y transformar, es una tarea que también realizan aquellos ocupados en velar por la salud de los enfermos.
Y allí, Marcelo Morante, médico platense que trabaja en favor del cannabis medicinal, pretendiendo convencer desde los hechos la importancia de quitar el dolor a quienes no pueden convivir con él. Su labor es ejemplo de integración social, emociona por ser activista de una nueva medicina que promueve instancias superadoras para derribar sufrimientos y debilidades bien humanas.
Cerrar los ojos por un rato.
Suspirar profundo.
Respetar siempre a quienes proponen algo distinto para optimizar las condiciones actuales.
Aplaudir las causas justas.
Comprender al que padece.
Celebrar al que propone.
Entre todos puede surgir una sociedad mejor sin necesidad de recurrir a falsas ilusiones. Sólo se trata de intentar a partir de la resiliencia: es decir, volverse fuerte en la adversidad y convertir el dolor en una energía distinta capaz de conmover.
Foto: http://www.mastereandoplus.blogspot.com.ar