En Argentina, cada 7 de junio se celebra el Día del Periodista en homenaje a la labor de Mariano Moreno, uno de los políticos e ideólogos de la Revolución de Mayo. Fue él quien fundó el primer diario de nuestra patria: la Gazeta de Buenos Ayres, cuya edición inicial se publicó el jueves 7 de junio de 1810.
La referencia histórica es más que importante: Moreno, tanto como Belgrano, San Martín y otros, forma parte de los tiempos fundacionales de nuestro país; aquellos que sentaron las bases de una nación inspirada en valores preponderantes de la época como la libertad, el orden, el progreso.
Con el correr de los años, la práctica periodística asumió nuevos roles e identificaciones: ya no solamente informar, sino también investigar, entretener y hasta educar.
Aun así, este tipo de fechas también debería ser motivo para evocar a uno de los principales referentes del oficio como fue Rodolfo Walsh, asesinado hace cuarenta años por llevar a cabo con dignidad y valentía una suma de denuncias que pretendieron visibilizar los horrores del terrorismo de Estado en Argentina.
Moreno y Walsh, de alguna manera, marcan un antes y un después en la historia del periodismo en nuestra tierra. Ambos defendieron la libertad de expresión y acompañaron su labor con un fuerte compromiso ético.
Ser periodista es, entre muchas otras cosas, comunicar y dar sentido, difundir a la población causas que ayuden a su integridad y a la vez permitan alertarla de peligros.
Por el contrario, no es construir relatos insostenibles, perseguir la primicia por la primicia misma, invadir la intimidad de las personas, convertir en importantes hechos que no van a cambiar la vida de nadie más que de las víctimas que padecen el acoso.
Ser periodista tampoco es abusar de la impunidad que tienen las redes sociales, que muchas veces conducen a la irresponsabilidad de multiplicar en millones mentiras de las cuales nadie se hace cargo y que han llegado a destruir familias.
A nuestro periodismo le debemos la excelencia de personas que día a día dignifican la profesión desde cualquier lugar situado también más allá de los grandes centros, gente que ha pagado con su vida el amor por su trabajo; así como también el lamento de otros que desde los medios son funcionales a intereses económicos creados.
A pesar de los cuestionamientos que puede haber para muchos de los profesionales que ejercen la tarea, siempre es mejor un mundo con periodistas preparados y formados para la ocasión que sin la presencia de ellos. Al menos, abre el debate para pensar no solamente qué país queremos sino también cómo lo estamos construyendo.
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